“Soy mayor, no idiota”. Ese fue el lema que escogió el jubilado valenciano Carlos San Juan para hacer un llamamiento al mundo ante la discriminación que sufren los mayores por la brecha digital. Su grito de guerra logró la atención mediática y política suficiente para que el Gobierno tramitara un proyecto de ley de Servicios de Atención al Cliente, aprobado en verano, en el que, entre otras cosas, se garantiza el acceso a la atención a las personas vulnerables, entre las que se incluirían los mayores. Mientras se llevaba a cabo la tramitación de la ley, los bancos acordaban con el Gobierno un decálogo de medidas, como aumentar los horarios de atención presencial para mejorar lo que llamaron “la inclusión financiera de los mayores”. Según un artículo publicado en Cinco Días, este año la banca ya no seguirá con esa sangría del recorte de oficinas que ha supuesto reducir a la mitad las sucursales en los últimos ocho años porque, gracias a esos ERE masivos y al balón de oxígeno que ha supuesto la subida de los tipos de interés, ahora ya son eficientes. Tanto como para que algunos bancos hayan logrado más de 4.000 millones de beneficios. Algo parecido ha ocurrido también con las eléctricas, pero no se les ocurra acudir a la oficina a realizar un trámite, porque para mejorar ofertas, solo online, aunque tengas 80 años.