Hace unos meses, comentando con un familiar una serie que veíamos ambos, me dijo que en los momentos de escenas tórridas (los protagonistas de esa serie son muy fogosos y entre caricias, besos y demás las secuencias sexuales duran varios minutos), pulsaba el botón de avance y pasaba a otra escena. Hace unos días, una adolescente pegada a un móvil escuchaba a mil revoluciones un audio que acababa de recibir. Como no le interesaba mucho lo que le estaban contando, me dijo, le daba al botón de avance rápido... y a otra cosa mariposa. Vivimos rápido, como si estuviéramos montados en el botón de fast forward. Lo sano sería darle a la tecla del pause, frenar, pensar, descansar y reflexionar, pero vamos por la vida a 3.000 por hora. Así que si tuviera opción, apretaría el botón para que pasara rápido el invierno y llegaran la primavera y el verano. Con los años, uno cada vez es menos oso y más lagartija. Más de calor que de frío. Antes echábamos risas con los jubilados que cogían los bártulos y se piraban durante los meses de invierno a Benidorm, y ahora les envidiamos. Ya lo dice Kazuhiko Nishi (66 años), uno de los inventores de los ordenadores personales: “La juventud no es un periodo de la vida y puedes mantenerte joven cambiando tu forma de pensar”.