Conversación de sobremesa navideña sobre la mili y cómo una decisión condicionó la vida de un joven médico que durante el MIR tuvo que hacer todas las guardias del fin de semana del hospital porque entre semana no podía por tener que dormir en la cárcel. “¿Insumiso?, ¿y eso qué es?”, pregunta un adolescente ajeno a que hasta 2001 los jóvenes de este país tenían que interrumpir su vida para cumplir con el servicio militar obligatorio. Afortunadamente, todo esto se ha quedado en simple anécdota para contar en torno a la mesa. No son viejas historias, sin embargo, para los jóvenes ucranianos o rusos, donde el servicio militar obligatorio –recuperado en Ucrania tras la invasión rusa de 2014– ha sido más que un simple periodo de entrenamiento. De hecho, la ofensiva que entonces llevó Moscú a Crimea y Donbás fue el aviso para que, además de Ucrania, otros países del este como Lituania recuperaran la instrucción militar, vigente en Dinamarca, Estonia, Finlandia, Chipre, Grecia, Austria y Suiza, donde nunca se ha abolido; y otros países como Suecia o Noruega, donde se ha vuelto a instaurar en la última década debido a las luchas geopolíticas en el viejo continente. Da miedo pensar en que algún día las viñetas de Las historias de la puta mili que publicaba El Jueves puedan volver a cobrar vida.