Cuando el arte contemporáneo abraza la abstracción, hay que preguntarse si lo hace desde la honestidad. La abstracción ofrece el paraguas del relato a obras que no pueden defenderse solas. No me entiendan mal, no tengo nada en contra de que un discurso ayude a la conceptualización o a la divulgación. De hecho, admiro a Duchamp, que decidió en 1917 comprar un urinario, llamarlo Fuente y enviarlo a un concurso para criticar la manera en la que la burguesía entendía el arte. Es un todo lo que le otorga el estatus de obra, no el objeto en sí mismo. Lo grave es cuando el discurso se utiliza para vestir carencias. Clouds of Pollen es una instalación de Tabakalera, en colaboración con el DIPC, que “investiga el potencial del polen como tecnología para los sistemas de información”. Es decir, fabula sobre la posibilidad de guardar datos en plantas y decimos fabula porque, como reconocieron sus responsables, llevar a cabo algo así sería muy caro. Lo que es barato es recurrir a conceptos abstractos, ya que estos favorecen que la población tome distancia. Si el ciudadano no entiende, evita preguntar avergonzado por supuesta incultura, aunque lo que le intenten vender tenga más que ver con palabras aleatorias puestas una detrás de otra que con algo genuino y verdadero. ¿Y qué es eso que no se pregunta? Si el emperador está desnudo o no.