el teletrabajo no acaba de despegar, y una de las principales razones, como apuntaba el domingo en estas páginas el compañero Mikel Mujika, es la desconfianza que persiste en muchos casos de la empresa hacia sus trabajadores. Hay, como en botica, empleados de todos los colores, y seguramente muchas personas no reúnen las cualidades necesarias para gestionar su jornada laboral sin una supervisión constante. Pero de ahí al “piensa mal y acertarás” hay un salto peligroso. Si uno no quiere equivocarse, parece que hoy en día debe tener mala opinión de los demás. Y desconfiar, per se, no solo es injusto con los trabajadores, sino que puede ser contraproducente para la propia empresa. Puestos a evaluar, también hay jefes que no valen para su cargo, ya que solo puede calificarse de error imperdonable eclipsar, por desconfianza, el talento. La creatividad, tan necesaria en la vida como en tantos trabajos, nace de la libertad, y nadie puede aportar lo mejor de sí mismo si le tienes todo el santo día con la soga al cuello. Hay que ser muy zoquete para no darse cuenta de que es la propia empresa la que sale ganando dejando brillar a sus trabajadores. ¿Y por qué no dejarles teletrabajar cuando sea posible y así lo requieran? Las nuevas generaciones lo vienen demandando y, con el tiempo, se asentará el modelo.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
