Nni pan, ni leche, ni huevos. La cesta básica de la compra que ha diseñado una cadena de hiper-super-mercados para que sobrevivamos en la enésima crisis económica tampoco incluye una miserable pieza de fruta. En su lugar, sí, nos vende como básico pan de molde y de hamburguesa, galletas, mermelada y corn flakes junto a un refresco de té al limón y un tetrabrick de una extraña mezcla de zumos a partir de concentrado con sabor a naranja-zanahoria-limón para paliar, supongo, la falta de las piezas de fruta originales que, como en esos yogures de sabores, apenas están en la foto. No, yogures tampoco hay. Ni queso. Pero sí una tableta de chocolate blanco. Más azúcar, es la guerra. A falta de verdura fresca, nos proponen una pequeña lata de champiñones, un bote de pimientos, uno de guisantes y otro de maíz dulce. Mientras que la carne, como Carpanta, la podemos oler en un caldo de pollo o probar en un bote de albóndigas en salsa. Comida de guerra. Tampoco hay legumbres ni pescado fresco pero nos proponen una lata de atún de 143 gramos y como el aceite de oliva está muy caro, nos ofertan el de girasol. Cómo saben lo que nos gusta a los pobres, aunque luego nos cuenten la milonga de que alimentarse sano no es caro y que la obesidad ataque más a las rentas más bajas es casualidad. Completan la dote, por cierto, detergentes para lavar la ropa y fregar los cacharros, todo a mano, porque tener lavadora y lavavajillas es de ricos.