essi no se pudo ir cuando quería y se tiene que marchar cuando no quería. Lo dijo en 2014, el mismo día en el que firmó una de sus múltiples renovaciones de contrato: "Es la gente del FC Barcelona la que decide qué hacer con mi futuro". Siete años después, se marcha porque lo suyo con el Barcelona y viceversa no es posible. Los protagonistas defienden que han hecho "todo lo posible" para no romper. La culpa son los otros y, con la boca pequeña, quizá, es de las herencias recibidas, que suelen dar para serie de Netflix. La de Barcelona solo acaba de empezar y el culé sensato teme el precipicio que se le abre a su club bajo los pies. Puede ser lo de menos que el futbolista acabe en París, obligue al PSG a soltar a Mbappé para mantener la línea del juego limpio financiero y que el atacante francés acabe en Madrid. La realidad: el Barcelona se queda sin Messi y con la misma deuda multimillonaria acumulada durante años de renovaciones siderales, fichajes de jugadores a los que Messi no quería y fichajes que pedía. Y salir de ahí es el problemón en cuestión. La renovación estaba hecha, pero se rompió. Los próximos pasos del Barça darán pistas de lo que pasó con Messi, la Superliga y LaLiga. De golpe, Barcelona ve que hay algo más difícil en la vida que renovar a Messi: sobrevivir.
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