Parte de Diestralandia ha fletado aquella caravana rosa de Isabel Gemio en la que se reconciliaban a lágrima viva las parejas hechas unos zorros. Se trata de llevar, aunque sea a la fuerza, al dúo de morros (Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado) para que arreglen de una vez lo suyo.

La operación la empezó ayer El Mundo con una entrevista en la que la presidenta de Madrid bajaba un poco las orejas al proclamar que "Casado y yo nos necesitamos. Seré la primera en impulsarle a Moncloa". Eso daba pie a un editorial titulado "Puentes para poner fin a la guerra en el PP" que comenzaba así: "El tono conciliador hacia la dirección nacional del PP que emplea Isabel Díaz Ayuso en la reveladora entrevista que hoy publicamos es más que un gesto para poner de una vez puntos de sutura en el partido".

Siguiendo el libreto, La Razón dice en su segundo editorial que "El PP necesita sosiego y calma". Y añade: "Por supuesto, nadie pide unanimidades a la búlgara en una formación que opera en el marco de la democracia, pero sí se puede exigir de los representantes de las distintas «sensibilidades», es decir, de los aparatos que pugnan por las cuotas internas de poder, un punto de reflexión, con sosiego y calma, sobre el daño gratuito que se causa a la imagen del partido".

Lo curioso, casi contradictorio, es que la apertura informativa del diario va sobre la creación de un supuesto comité asesor de Casado para meter en vereda a Ayuso. Y el opinador Josep Ramon Bosch parece darle la bienvenida en un psicodélico texto en el que compara al palentino con un emperador romano. Se lo juro: "El emperador Octavio Augusto para poder imponer la Pax Romana, primero tuvo que conseguir la paz interna y externa del Imperio. (…) Pablo Casado debe proclamar la paz interna en el Partido Popular, si de verdad quiere construir una alternativa creíble y tener opciones claras de derrotar a la coalición gubernamental, que sostiene al gobierno de Pedro Sánchez".

La fórmula pacificadora de Pedro J. Ramírez es otra. Según el director de El Español, esto se arregla con una cena. Y dice saberlo por experiencia: "Si yo estuviera en el lugar de Pablo Casado —y salvando todas las distancias he vivido situaciones similares en los periódicos que he dirigido— convocaría una cena de Navidad, Año Nuevo o Reyes con sólo cinco comensales: Ayuso, Feijóo, Moreno Bonilla, el secretario general del partido y él mismo como anfitrión".

El globo lo pincha Federico Jiménez Losantos. Su tirria por Casado sube enteros. Tanto que hoy, cuando supuestamente dedica su columna de El Mundo a la sexta ola, no puede evitar la bofetada al líder del PP: "El contagiado con el viejo virus es Pablo Casado, que con tal de confinar a Ayuso ficharía a Simón y a los que insultaban a la presidenta de Madrid por regalar mascarillas «insolidarias». Un año después, Madrid es del Partido Popular, está vacunado al 92% y crea cuatro de cada seis empleos en España".

En el mismo diario, Raúl del Pozo (quién le ha visto y quién le ve) se suma con entusiasmo al arranque de nacional-madrileñismo y lo hace, además, recurriendo al topicazo de los envidiosos catetos de la periferia: "Pero no solo sufrimos el asedio del Covid, sino la agresividad de los chovinismos, del rencor contra Madrid: una especie de epidemia global.(...) En la España desbaratada por las taifas el odio a Madrid se mezcla con la puerilidad arcaica y la melancolía rural. Además de la pandemia, Madrid está rodeado por los cuatro costados de la peste nacionalista".

Parada y fonda por hoy en El Debate, con una delicates firmada por Mayte Alcaraz, reina de las comparaciones de pata de banco: "Como serán las cosas que Iñigo Urkullu, plusmarquista en insolidaridad con el resto de España, le ha escrito una carta para pedirle coordinación y medidas comunes frente a la covid. Que el lehendakari le reclame cooperación es algo parecido a poner a Juan Carlos Monedero a dirigir la Agencia Tributaria o a Ábalos a regentar una escuela de protocolo".