Ubicada en el centro de Bilbao, en un tercer piso, la reforma de esta vivienda de 77 metros cuadrados ha sido ejecutada por el estudio de interiorismo de Raquel González y jugar con la luz natural e intentar que inundase todos los espacios ha sido el objetivo principal.
Antes de la reforma, la vivienda contaba con un vestíbulo central que conectaba todas las estancias y un pasillo central que carecía de vida y estaba sumido en la oscuridad. Además, las entradas de luz y ventilación se encontraban únicamente en las habitaciones. Para abordar esta situación, la clave ha sido la integración, logrando espacios diáfanos que permiten aprovechar la luz natural y mejorar la ventilación, al tiempo que se diferencian visualmente sin cerrarlos por completo.
En cuanto a la decoración, la casa contaba originalmente con un estilo clásico, con muebles y piezas de anticuario. Algunas de estas piezas tenían un gran valor sentimental para la propietaria y se han conservado, adaptándolas al nuevo diseño más moderno para lograr un ambiente actualizado y luminoso. Estos elementos clásicos se han incorporado de forma armoniosa, logrando una fusión de estilos que se conectan a la perfección.
La paleta de colores que predomina en la vivienda es el negro, el blanco y los tonos neutros, con toques de colores fuertes en algunos muebles y papeles pintados.
El acceso a la vivienda se realiza a través de un hall distribuidor central que conecta todos los espacios: un aseo, la cocina-comedor, el dormitorio principal, el salón, un baño completo y un segundo dormitorio. Analizamos las claves de esta reforma a través de sus estancias.
El salón. Originalmente, el salón ocupaba todo el espacio que tras la reforma se ha destinado al salón-comedor. La posición del sofá se ha mantenido en el mismo lugar que antes, y se ha incorporado una biblioteca empotrada en la pared trasera, que es el primer elemento que llama la atención al entrar en la vivienda. El espacio se delimita mediante alfombras y destaca el sofá en tono verde, combinado con cojines y detalles en tonos mostaza.
La cocina. Uno de los logros que se ha conseguido con la nueva distribución ha sido la creación de un nuevo espacio para un área office en la cocina, que no existía previamente. La separación visual de esta estancia con el resto de espacios se ha realizado mediante un cambio de suelo, siguiendo la línea en blanco y negro, pero utilizando un suelo hidráulico de estilo vintage. Dada la abundante entrada de luz natural en este espacio, se ha optado por escoger un mobiliario en laca negra que contrasta con la encimera de madera.
Salón comedor. El espacio se delimita mediante una alfombra en blanco y negro. La mesa antigua se ha lacado en negro para mantener la misma paleta de colores, y se ha elegido una lámpara de techo de diseño en metal negro. Las sillas aportan un toque moderno sin perder el estilo clásico que define la vivienda.
Cuarto de baño. Frente al dormitorio principal se encuentra el cuarto de baño, donde llama la atención el papel pintado beige con estampado. “Aunque se podría pensar que el color oscuro del papel pintado reduce el espacio, le otorga profundidad. El negro crea ambientes relajantes, elegantes y sofisticados”, explica la interiorista Raquel González.
El recibidor. En este pequeño espacio se ha colocado una consola que cumple la función de vaciabolsillos, junto con un papel pintado en blanco y negro con textura que se integra a la perfección con la decoración del resto de la casa.
Dormitorio principal. Se ha destacado la pared del cabecero con un papel pintado que presenta un motivo estampado, mientras que para el resto del dormitorio se han utilizado tonos blancos. El cabecero, de 1,50 metros de altura, está tapizado y contribuye a crear un ambiente acogedor.