Los años 60 fueron años convulsos. A la guerra de Vietnam, Mayo del 68, la Primavera de Praga y la construcción del Muro de Berlín se les unió el intento de fusión de Urretxu y Zumarraga. Eramos pocos y parió la abuela. La guerra de Vietnam finalizó, los jóvenes del 68 son ahora unos adorables burgueses, Praga forma parte de la Unión Europea y de la OTAN, el Muro de Berlín cayó... pero Urretxu y Zumarraga siguen cada uno por su lado. La relación entre estos dos municipios que conforman un único casco urbano ha sido siempre bastante correcta, pero no tanto como para unirse. La fusión impulsada por los dos ayuntamientos no llegó a buen puerto. En Urretxu tenía muchos detractores y el intento le costó el cargo al alcalde.

Urretxu y Zumarraga tienen una historia común desde 1383. La relación ha sido casi siempre cordial, aunque también han existido diversas rencillas. La más importante llegó con el ferrocarril del Norte. La zona conocida como Zelaikoa pasó a manos de Zumarraga y todavía hay urretxuarras que consideran que aquello fue un robo.

Pero, al igual que ha habido desavenencias, también ha habido colaboración. Los ayuntamientos casi siempre han entendido que el trabajo en común era imprescindible e incluso ha habido varios intentos de fusión. Según la información recopilada por el archivero de Zumarraga, Antonio Prada, del tema se habló por vez primera en 1842, pero solo Zumarraga mostró interés. En 1927 hubo otro tímido intento, pero el más importante data de 1966. Aquel año un decreto franquista unió Ezkio e Itsaso, pero la tentativa llevada a cabo unos pocos kilómetros al oeste fracasó.

Y eso que contaba con el apoyo de casi todos los miembros de las dos corporaciones y la autoridad provincial. Los ayuntamientos consideraron que se estaban duplicando actuaciones y llegaron a la conclusión que se podían evitar gastos si ambos municipios se fusionaban voluntariamente. Además, los dos pueblos habían crecido mucho en poco tiempo y los ayuntamientos no estaban pudiendo cubrir las necesidades de sus vecinos.

Así, se pusieron manos a la obra. Para empezar, crearon una comisión para tratar el tema. Invitaron al Ayuntamiento de Legazpi, pues no descartaban una fusión comarcal que incluyera también a Gabiria, Ezkio-Itsaso, Ormaiztegi y Legazpi.

Esta idea se desechó enseguida y se centraron en la fusión de Urretxu y Zumarraga. Comenzó a acudir a las reuniones un representante del Gobierno Civil, que ejercía de asesor y tomaba nota de lo que se acordaba. La aprobación final estaba en manos del Consejo de Ministros.

La comisión preparó las bases de la fusión y en las mismas se aprecia que se deseaba unir a los dos pueblos en igualdad de condiciones. El núcleo urbano de dividiría en cuatro zonas y cada una de ellas tendría una iglesia.

Para elegir el nombre del nuevo pueblo, se pidió ayuda a los más reputados historiadores y antropólogos guipuzcoanos: Joxe Migel Barandiaran, José de Artetxe... Finalmente, tras recibir también diversas propuestas por parte de la ciudadanía, el nombre que mayor acuerdo suscitó fue el de Zumarurretxu. Largo y feo como él solo, pero inofensivo.

Respecto a la casa consistorial, se construiría una nueva en el centro del casco urbano o se ampliaría la de Zumarraga hacia el río. Este se cubriría en esa zona para que el ayuntamiento llegara hasta Urretxu. Al edificio se podría acceder desde los dos lados del río. Hasta que se construyera el nuevo ayuntamiento o se ampliara el de Zumarraga, las sesiones plenarias se celebrarían a turnos: durante seis meses en Urretxu y durante los seis siguientes en Zumarraga.

Incluso determinaron cuáles serían las primeras obras a realizar: el nuevo ayuntamiento, el cementerio de Urretxu, el alumbrado público de Zumarraga... También se pretendía cubrir el río Urola desde el puente del Isabel hasta el de Areizaga-Kalebarren. En cuanto al escudo, en una parte iría la mitad del de Urretxu y en la otra la mitad del de Zumarraga. Ese escudo se colocaría en la bandera, que en una mitad tendría el color de Urretxu (el blanco) y en la otra los colores de Zumarraga (el azul y el amarillo). Las nuevas fiestas patronales se celebrarían el día de Santa Lucía.

Las fiestas, en diciembre Urretxu y Zumarraga ahorrarían dinero, pero el nombre, el escudo y la bandera del nuevo pueblo iban a ser el hazmerreír de Gipuzkoa. Y eso de celebrar las fiestas en pleno diciembre... La feria de Santa Lucía para comer talos y ver burros está muy bien, pero para bailar y ligar, mejor no llevar bufanda ni gorrito.

Pero bueno, no fueron estas cuestiones las que hicieron abortar el proyecto. Sospechaban que en Urretxu la fusión tendría detractores, por lo que el alcalde, Agustín Agirre, solicitó un dictamen a un abogado de Bilbao. En su informe llegó a la conclusión de que la fusión era jurídicamente posible, económicamente conveniente y necesaria desde el punto de vista urbanístico. Tan solo había que alentar un sentimiento de unión.

Los ayuntamientos pusieron a disposición de los vecinos el trabajo realizado y el de Urretxu incluso envió un librillo a todas las casas, pidiéndoles que dieran su opinión sobre el tema. Pero algunos urretxuarras contrarios a la fusión, temiendo que todo estuviera ya bien atado, se adelantaron a las autoridades: recogieron las opiniones de muchos vecinos y desbarataron la oportunidad de conocer qué opinaba la mayoría. Además, convocaron una manifestación en contra del proyecto. Como consecuencia de todo ello, el alcalde dimitió y cada uno siguió por su lado del río Urola.