En Donostia son numerosos los puntos en los que podemos hallar nidos, como los parques de Ametzagaña y Aiete, Cristina Enea, Urgull, Ulia, la isla Santa Clara, plaza Gipuzkoa y la plaza Ramón Labayen, entre otras zonas.

En Donostia, la especie cuyos nidos se pueden hallar en el suelo es, principalmente, el ánade azulón, que generalmente pone entre 9 y 15 huevos, normalmente un "número impar". Esta especie construye su nido con hojas y va poniendo "un huevo al día" cerca de cauces fluviales o estanques.

También las pavas reales anidan en el suelo, aunque no necesariamente cerca del agua, y también lo hacen las gallinetas.

Malvices, mirlos, chochines, petirrojos, zarceros, reyezuelos, mitos etc. son especies que anidan en las lianas y en las bifurcaciones de las ramas.

Entre los puntos en los que hoy por hoy se presentan problemas para que las aves construyan sus nidos se halla la torre del Buen Pastor, que en la actualidad puede ser visitada, hecho que asusta a las aves.

"Este era y sigue siendo un oteadero del halcón peregrino, que criaba allí pero que con las visitas y los fuegos artificiales se marchó", explica De Vicente. En estos momentos en los que las visitas proliferan el halcón, que desde allí controlaba las palomas, "se asusta".

También en esta torre nidifica el vencejo, "que en nueve meses no se posa en la tierra y duerme en el agua", al igual que algunos gorriones. Precisamente, el día 20 de marzo se celebró el Día Mundial del Gorrión, una especie en declive a nivel europeo. Y es que muchos jardines "son de plantas sin semillas y con menos insectos", y las crías necesitan ambos elementos. Los núcleos donde todavía se puedes ver gorriones son los jardines de Ondarreta, Alderdi Eder, José María Sert o plaza Gipuzkoa.

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En los edificios en los que se han incorporado nuevos acabados para su aislamiento, "se han perdido un montón de oquedades para la nidificación del vencejo común, el gorrión y el colirrojo tizón".

Otra zona que hasta hace poco albergaba "la mayor colonia de la ciudad del vencejo común" es el muro de San Bartolomé, que con la colocación de una red protectora y la obras realizadas en la zona "se ha perdido", como se ha perdido, también por el mismo motivo, otra colonia instalada en la ladera de Urgull, sobre la Sociedad Fotográfica.

"Es lógico que se tomen medidas, porque caen piedras y hay peligro para las personas.Pero hay formas de favorecer la nidificación en otros lugares", destaca de Vicente.Cajas nido

"Podemos, por ejemplo, poner en la mitad de una rotonda o de un jardín, un poste muy, muy alto con 50 cajas-nido para vencejos", sugiere el representante de Parkea Bizirik.

"Tenemos que dejar espacio a la especies que viven en la ciudades", señala y habla de las gaviotas, que reconoce que tienen muy mala prensa porque son "muy astutas y fuertes y desplazan a especies más débiles".

A las gaviotas "lo ideal es no darles de comer". "Tienen una cosa buena. Son carroñeras, y gracias a su labor no hay cadáveres de animales muertos en nuestro entorno", destaca. Ocurre que matan palomas. "No son buenas cazando, pero cazan. Los ejemplares adultos las atacan cuando están picando, hacen un carrerilla con el cuello recto paralelo al suelo y las pillan. Se lo comen todo, menos las puntas de las alas, y lo pueden hacer en vuelo, aunque les cuesta más".

Y palomas hay menos que hace un tiempo. En la actualidad el Consistorio, explica De Vicente, coloca dispensarios de grano a donde se acercan a comer y donde se cogen con redes para "llevarlas a la cámara de gas". "Creemos que sería mejor utilizar al halcón común. Una ventaja añadida es que obliga a que las palomas estén alerta y no se reproduzcan tanto. Pero el halcón, que nidifica en los acantilados de Igeldo y Ulia, si viene a la ciudad y hay petardos o fuegos artificiales, se va. La solución es compleja ".

"Llegar a la isla Santa Clara es como montar en la máquina del tiempo hacia el pasado. Hay cientos de nidos de aves marinas, nidos en el suelo desde marzo hasta julio. Están en los acantilados pero también en los bordes de los caminos y arriba, en la pradera, hasta hace unos años había decenas de nidos, porque se cortaba la hierba solo una vez al año. Esos cortes no deberían hacerse en primavera, pero es difícil, porque es cuando se prepara para la llegada de visitantes", reconoce De Vicente.