- “Ha sido hacer una obra de joyería del tamaño de un edificio en un espacio inaccesible”. Con estas palabras define Jabier Lekuona, el arquitecto al frente del proyecto de Cristina Iglesias, el desarrollo y creación de Hondalea. “No sé si seremos capaces de mostrar a los visitantes lo complejo que ha sido encajar la escultura en ese lugar”, añade.

A lo largo de su trayectoria, Lekuona ha colaborado con múltiples artistas -“cada cual con su propia y única visión”- además de ser el artífice de buena parte de los proyectos surgidos de la Capitalidad Cultural de Donostia en 2016 como fueron su sede, las instalaciones de la inauguración o el punto de información que estuvo situado en Alderdi Eder. No obstante, fueron su participación en Albaola Itsas Faktoria y la relación con la autoridad portuaria lo que le abrió las puertas a formar parte de la creación de Iglesias.

“Buscaban a alguien con experiencia en gestionar los trámites necesarios de un proyecto arquitectónico de este tipo. Teníamos que trabajar en un lugar donde la prioridad sigue siendo la señalización marítima”, advierte en referencia al faro que acoge la escultura.

Así, una vez dado el sí, las funciones de este arquitecto de Bera han sido, fundamentalmente, tres: en primer lugar, gestionar la mencionada señalización marítima; en segundo lugar, atender las necesidades de la artista; y, finalmente, llevar a cabo la implantación urbanística sobre la isla.

El proyecto de Iglesias recogía desde el primer momento separar en dos usos el edificio, un rectángulo cultural para la obra en el que la señalización ya no era necesaria, y otro del faro en el que sí lo era. “Es un trámite complicado y lento que ha sido posible porque es un proyecto estratégico para el Ayuntamiento”, apunta sobre cómo conseguir el visto bueno para que un faro acabe como hogar de una creación artística.

Una vez superado este primer escollo, y a pesar de que ya preveían la dificultad de la tarea, llegó el turno de hacer realidad “las sensaciones artísticas de la escultora donostiarra”, algo que ha sido “más difícil de lo que imaginábamos”. “Ha sido hacer una obra de joyería del tamaño de un edificio en un espacio inaccesible”, resume de forma gráfica. Construir en la diminuta isla de Santa Clara ha obligado a tener que hacer el hormigón a mano y a trasladar el material “a la antigua”, es decir, arrastrándolo.

No obstante, el mayor reto fue encajar la escultura en la base del faro con un helicóptero. Para ello, se hizo “un trabajo importantísimo de backstage” en el que se incluía escanear en 3D tanto el edificio como la obra en sí para adelantarse a posibles inconvenientes. Una vez creada la pieza por la empresa eibartarra Alfa Arte, fue troceada como un puzzle y trasladada por aire hasta la isla de Santa Clara. “No sé si seremos capaces de transmitir a la gente la complejidad de encajar la escultura en ese lugar”, reflexiona Lekuona.

A todos estos problemas hay que sumarle el estado de un faro que llevaba años deshabitado. “Iglesias coincidía con el Ayuntamiento en mantener el edificio en su estado original, pero a causa del paso del tiempo estaba estropeado. Se han tenido que arreglar ventanas, el tejado y las escaleras. Hasta se ha abierto una pequeña portezuela para acceder a la linterna que hemos tenido que mimetizar con el entorno para que no se note”, añade.

La importancia de mantener la esencia de la zona ha sido tal, que hasta se han aprovechado las áreas acordonadas para las obras para convertirlas en espacios de protección de las aves.

“Iglesias es muy exigente”

Lo que no ha sido tan complicado ha sido entenderse con la artista. “Y eso que cada cual tiene su propia y única visión y no siempre es fácil hacerlo”, indica Lekuona, que se refiere a Iglesias como una persona “muy exigente” y que se comunica “en el idioma de las sensaciones”.

“Si te quedas con algo de ella es que es muy exigente, algo que, por otra parte, me encanta. Busca el máximo de todos y es muy trabajadora. Lo hace además en equipo, con la participación de todos”, relata el responsable de dar vida a “las sensaciones” de la artista. Algo que no siempre ha sido fácil: “La obra es suya y la siente de una manera diferente. En el mundo de la construccion, en cambio, que es más cartesiano, puede costar entender su lenguaje. Eellos ecesitan saber qué deben hacer y listo. En esas ocasiones me ha tocado a mí, entre otros, la labor de traductor”.

Lekuona es conocedor de la expectación que hay en torno a Hondalea y reconoce que “no es una escultura al uso”. “Externamente no tiene ningún impacto, pero internamente lo es todo. Es muy diferente a las obras de Chillida y Oteiza, en las que la interaccion directa con el mar es muy importante”, observa, comparándolas con el Peine del Viento y la Construcción Vacía, al tiempo que entiende que la experiencia va más allá de una visita a una escultura.