onostia es una ciudad que envejece y donde el peso de la población mayor es importante. Como en muchos otros lugares, en la capital guipuzcoana resulta cada vez más necesaria la adopción de medidas y la activación de programas que sirvan para atender de forma adecuada a este segmento de la población.

La pandemia ha obligado al Ayuntamiento a poner en marcha iniciativas casi de forma urgente en distintos ámbitos. Entre estas se halla el programa Lagunkate, una iniciativa que el Consistorio donostiarra puso en marcha para obtener información sobre el estado de las personas mayores de 65 años que vivían solas o con personas de más edad y que no contaban con el seguimiento de los servicios sociales municipales durante el confinamiento, un servicio con punto de partida y meta ya finalizado.

En total se realizaron 11.832 llamadas contactadas, que alcanzaron a 17.876 personas, ya que en alguno de estos hogares vive más de una persona.

De todas las llamadas efectuadas, 4.205 se quedaron sin respuesta, a pesar de que se repitieron a distintas horas y en distintos días, por lo que un total de 5.779 personas se quedaron sin contactar.

A estas llamadas hay que sumar los 2.618 contactos erróneos (3.368 personas), hogares de los que el Ayuntamiento no dispone de número útil.

La concejala de Servicios Sociales, Aitziber San Roman, destaca que esta experiencia, pese a ser efímera, fue muy interesante y permitió contactar con un gran número de personas mayores. “Muchas estaban muy bien, tenían sus redes y no necesitaban más atención, pero se pudo intervenir en algún caso que sí lo requería”, explica.

A la hora de realizar las llamadas se hizo un llamamiento en el propio Consistorio para reclutar voluntarios, llamamiento que, subraya San Roman, obtuvo muy buena respuesta por parte de trabajadores y trabajadoras municipales de muy distintas áreas. “150 personas se apuntaron a hacer las llamadas”, respondiendo a la convocatoria de “un grupo motor” integrado por el Departamento de Estadística, que logró los contactos; los servicios sociales y con Eva Salaberría, del Departamento de Participación Ciudadana y de Donostia Langunkoia, como coordinadora.

Todo este engranaje de llamadas concluyó con que el 91% de personas aseguraron no tener problemas para cubrir sus necesidades básicas y el 9% manifestaron que sí. De estas, un 48% requerían ayuda para realizar la compra, sacar la basura o acceder a su medicación. Pero también algunas de estas personas (20%) expresaron dificultades para ocupar su tiempo libre y actividades de ocio y un 18% demandaban apoyo emocional o psicológico. El 13% requirió ser derivado a los servicios sociales.

Una de las iniciativas que surgió de la experiencia fue la de colocar en los portales información útil sobre los contactos a los que las personas mayores podían acudir en caso de necesidad.

Aunque Lagunkate tuvo su principio y su fin, desde el Ayuntamiento se sigue sosteniendo un programa de visitas y contactos con personas que no son usuarias de los servicios sociales, iniciativa esta que viene de antes y a la que se pretende dar continuidad.

Este programa, dirigido principalmente a personas de más de 85 años, contactó el pasado año con 106 personas, 45 solo a través de entrevista telefónica y el resto mediante una visita.

Pero el Ayuntamiento también atiende a las necesidades de las personas mayores autónomas en materia de alojamiento, así lo señala su ámbito competencial.

En 2020, los servicios de alojamiento municipales para personas mayores se desarrollaron a través de los apartamentos tutelados o el equipamiento residencial reservado para este colectivo en Zorroaga.

A corto plazo, casi “inminentemente”, a los pisos tutelados existentes se le sumarán otros siete en Mons-Zarategi, fruto de la colaboración de los servicios sociales y Etxegintza, que los ha habilitado con tal fin.

El pasado año, del total de plazas disponibles en los apartamentos tutelados cinco se destinaron a acoger los aislamientos por covid. En lo que se refiere al equipamiento residencial, 67 plazas en habitaciones individuales o dobles en Zorroaga, dos tuvieron el mismo destino.

Respecto a este recurso, San Roman reconoce que aun existiendo lista de espera, Donostia se sitúa en la parte alta de la lista en la oferta de una salida residencial que aúna cuidados e independencia.

Hay un recurso que el Ayuntamiento tiene en marcha para personas mayores frágiles pero todavía con autonomía que cuesta que tome cuerpo y sume adeptos: Goizaldiak. Es este un programa que tiene como finalidad favorecer la permanencia de las personas mayores en su entorno habitual y su socialización tomando parte en distintas actividades individuales y grupales que favorecen que mantengan su salud física y cognitiva.

Son estos unos recursos diferentes a los centros de día de gestión foral, porque el público objetivo es también distinto, al ser las personas usuarias mayores que no muestran el mismo grado de deterioro a distintos niveles.

De momento, este servicio se ofrece en los centros de jubilados de Egia, Bidebieta y Altza, además de en un local del barrio Gros ubicado en la plaza Nafarroa Behera.

Siendo este un recurso que el Ayuntamiento considera de gran interés, no acaba de cuajar, cuando se proponía acudir a cualquiera de los centros tres horas de lunes a viernes.

Es este un recurso que permite a las personas mayores relacionarse a la par que se les proponen actividades que pueden resultarles entretenidas. “Este servicio diurno pretende contribuir a que personas que están en situación de soledad tengan un rato de entretenimiento o propiciar una red de contactos a personas que, por ejemplo, al quedar viudas se han quedado sin ese respaldo convivencial y deciden quedarse en casa”.

En muchos casos la evaluación llega de la mano de las trabajadoras sociales, que detectan cuáles son las personas a las que este servicio les podría resultar útil.

“Quienes vienen a estas actividades a veces pueden beneficiarse también de los servicios de los hogares del jubilado, porque se suelen quedar a comer o se llevan la comida a casa”, explica San Roman.

“Se busca que congnitivamente se mantengan activas y, si se detecta un inicio de deterioro, se intenta ralentizar con propuestas diversas de su gusto, como crucigramas, lectura de prensa u otras. El objetivo fundamental es que no se queden encerradas en casa y que puedan tejer nuevas redes”, añade.

Que el servicio tome buen rumbo está costando por distintos motivos. “Nos cuesta reconocernos vulnerables y reconocer a veces que estamos solos o mal”, constata San Roman. “A veces es duro reconocer esto a los familiares y lo hacen ante la peluquera del hogar del jubilado o la farmacéutica”, añade. “La fragilidad puede ser por empezar un deterioro o por soledad no deseada. Hay que aclarar que los mayores pueden optar a una soledad deseada”, insiste.

Aunque, abunda San Roman, “cuesta” que las personas mayores “den el paso”, una vez que lo hacen “repiten”. A Goizaldiak se llega bien porque los servicios sociales se lo proponen a la persona (porque lo detectan o lo sugiere un vecino, el servicio de ayuda a domicilio, la farmacia o también el médico o médica de cabecera) o porque la propia persona o sus familiares consideran que es un recurso de interés y lo solicitan: “Hay distintas antenas, y luego se pone la máquina en funcionamiento”.

En adelante, ante la nueva licitación del servicio, el Ayuntamiento quiere plantear otra fórmula que lo haga más accesible, “Proponemos que en vez de cinco días de la semana sean tres, pero intentando llegar a ocho barrios”. “Tiene que ser un servicio sí o sí de cercanía”, subraya San Roman.

El Ayuntamiento de Donostia, siempre con el objetivo de atender a un segmento de la población con un peso cada vez mayor, lleva articulando desde hace tiempo distintas formas de colaboración con entidades varias.

Una de ellas es Afagi, con la que se desarrolla un programa de psicoestimulación cognitiva a personas enfermas de alzhéimer en primeras fases. Pero ese “trato especial”, esa colaboración, se desarrolla también con Cruz Roja, DYA, Nagusilan y Hurkoa.

Con Cruz Roja y Nagusilan, con sus diferencias, lo que se trabaja es el acompañamiento a las personas mayores, mientras que con DYA se colabora para prestar ayuda en la superación de las barreras arquitectónicas.