a depuradora de aguas residuales (EDAR) de Loiola, que limpia las aguas domésticas e industriales de todo el ámbito de la Mancomunidad del Añarbe, trató el año pasado alrededor de 38 millones de metros cúbicos de agua y recogió 626 toneladas de residuos de todo tipo para después llevarlos al vertedero. El principal residuo que sale de esas aguas son las toallitas húmedas que la gente arroja por el retrete, un producto que causa estragos en el medio ambiente y que es muy difícil de desintegrar. Se estima que al año se arroja un kilo de toallitas por persona en el ámbito de los ocho municipios que forman parte de la zona atendida por la mancomunidad: Donostia, Pasaia, Lezo, Errenteria, Oiartzun, Hernani, Urnieta y Usurbil.

NOTICIAS DE GIPUZKOA ha visitado la EDAR, que funciona desde el año 2005, para comprobar lo que supone no estar concienciados sobre este problema y la realidad que se percibe es que todavía hay mucho que mejorar. Hablamos con Javier Vicente, el jefe de Área de Saneamiento de la entidad, y con José Ángel Ercilla, el director gerente de la mancomunidad, para saber cómo se eliminan los residuos de las aguas residuales que llegan a la infraestructura de Loiola a través de tres colectores: de la zona de Donostia, de la de Hernani y de la bahía de Pasaia.

En la primera fase, se hace un filtrado de reja fija de paso de 100 milímetros para retirar lo más grueso. "Simplemente, el residuo se queda ahí y nosotros manualmente lo sacamos y lo limpiamos", explica Vicente. Acto seguido, hay una reja automática de paso de 60 milímetros que filtra el residuo. Cuando pasa el agua, el residuo se queda. "Esto tiene unos peines que cogen ese residuo de la reja y lo llevan a la cinta transportadora", añade Vicente.

Lo que se deposita en la cinta transportadora va a una prensa, que lava el residuo y lo aplasta. "El residuo que sale es prácticamente todo toallitas y después de prensar eso va al vertedero; mientras, el agua sigue su camino por la depuradora para que se limpie", concreta. En este punto llega a ser considerable la importancia de la depuradora, ya que sin ella, todos los vertidos terminarían en el mar.

En esta primera zona se pueden observar unos contenedores llenos de residuos -mayormente toallitas-, que llaman la atención, y no solo por el olor. Las toallitas tienen la peculiaridad de juntarse unas a otras, nunca llegan a la depuradora sueltas y generan grandes tapones, que producen atascos tanto en los colectores como en las bombas. "Tienen una capacidad de atasco increíble", afirma Ercilla.

"La red de aguas residuales del Añarbe tiene estaciones de bombeo en diferentes municipios que envían las aguas usadas hacia la depuradora. Con las toallitas las bombas se atascan y eso genera daños mecánicos y reparaciones. Y aunque no haya que reparar, hay que desatascar y son muchas horas de personal. Al final, es bastante dinero en reparaciones", explica Vicente.

Si la bomba se atasca y esa estación de bombeo no funciona, se necesita un punto de alivio, un punto donde el agua sale. Normalmente suele salir hacia un río o el mar, lo que produce también daños ambientales. "Normalmente los bombeos que tenemos están preparados con más de una bomba y, si una falla, tienes otras, pero si se atascan todas, pueden generar un vertido al río o al mar, dependiendo de dónde esté el vertido", afirma Ercilla.

Y es que antes había un problema "bastante serio" porque muchas marcas de toallitas ponían un logo en su producto indicando que se podían echar por el inodoro, cuando no era así. "Eran todas textiles, como trapos, y llegaban a la EDAR directamente, intactas, sin perder su forma. Posteriormente, se ha aprobado una norma para regular qué tipo de toallitas se pueden tirar por el inodoro o no y se han generado algunas con base de celulosa de papel, que se desintegran mejor que las otras, pero siguen desintegrándose mucho peor que el papel higiénico", subraya Ercilla.

Para concienciar a la ciudadanía, la mancomunidad organizó en el Día Mundial del Retrete exposiciones en el Boulevard y en Garbera, y puso unos botes grandes donde se veía claramente que cuando los agitabas, el papel higiénico se desintegra inmediatamente con el movimiento y con la circulación de agua.

En cambio, las toallitas tipo textil siguen ahí "eternamente" y las otras, que son de base de papel y que ya llevan el logo de que se pueden meter por el inodoro, se acaban desintegrando, pero tardan un tiempo en hacerlo.

"Todo lo que hagas para sensibilizar funciona, lo que pasa es que tiene que ser de forma continua, porque, por mucho que evites arrojar al inodoro las toallitas durante quince días o un mes, no es nada si se vuelve; el mensaje tiene que ir calando poco a poco, igual que el tema de reciclaje", concretan.

Se estima que al año se arroja un kilo de toallitas húmedas por persona en el ámbito de los ocho municipios de la Mancomunidad del Añarbe

Las toallitas tienen la peculiaridad de juntarse unas a otras, nunca llegan a la depuradora sueltas y generan grandes tapones