no de los comercios de Donostia cuyo aspecto es el mismo que tenía hace un siglo, la tienda de bolsos y zapatos Boulevard 15, acoge estos días los últimos retoques de la restauración de su fachada, con el fin de devolverle el esplendor original que quedó deteriorado tras la caída hace varios años de la cornisa de mármol que sobresalía sobre los escaparates. Tras estudiar si la caída tenía afección en la estructura del edificio y comprobar que no era así, el propietario, Luis Ibeas, decidió encargar la restauración al pintor Víctor Goikoetxea, experto en imitar el aspecto de mármoles, maderas y metales, entre otras habilidades. Estos días, el pintor da los últimos retoques a una restauración que combina la pintura de una nueva cornisa de hormigón con apariencia de mármol y latón, así como la colocación de las siete ménsulas de adornan este elemento. De las molduras visibles ahora cinco son auténticas de metal y otras dos creadas en molde y pintadas a imitación, aunque será difícil que los observadores sepan distinguir cuál es cuál.

Desde que pasó a manos de Luis Ibeas, en 1996, el comercio del Boulevard 15 ha estado dividido entre joyería y tienda de bolsos y zapatos. Sin embargo, ahora se ha centrado exclusivamente en esta segunda tarea y también en mantener el aspecto de un comercio centenario, que abrió sus puertas en 1917 como Trust Joyero, tras haber acogido antes el Café Novelty. El Trust Joyero era una empresa de joyería con sede en Madrid dedicada inicialmente a la bisutería, que después se lanzó a la alta joyería, según las investigaciones publicadas por los historiadores donostiarras Lola Horcajo y Juanjo Fernández Beobide. La firma adquirió una gran fama por sus productos y por su impactante publicidad en aquella época. La empresa, con distintas tiendas en el país en llamativos locales, estuvo en el Boulevard hasta 1948. Posteriormente se hizo cargo de ella un empleado, Fernández Dorado, que la mantuvo hasta 1984. El local acogió después un negocio de manualidades y desde 1996 está a cargo de la familia Ibeas, que trata de mantenerla intacta.

Ibeas destaca su interés en que su establecimiento mantenga el estilo Belle Époque con el que fue concebido, tanto en el exterior como en su interior, donde los muebles que aún se utilizan para exponer el género, fueron construidos exprofeso para la tienda. Son de caoba de Cuba y tanto los mostradores, como las estanterías, algunas de planta circular, son únicas, al igual que las lámparas. “La gente de aquí ya está acostumbrada pero los extranjeros, americanos y australianos, por ejemplo, se quedan con la boca abierta cuando entran”, reconoce con orgullo. “Es de las únicas tiendas de la época de las galerías Vittorio Emanuele de Milán que quedan intactas, también en el interior, de toda Europa”, dice. Algunos antiguos ornamentos que estaban guardados, como escudos, se añadirán de nuevo.

Tras la caída de la cornisa, el propietario decidió arreglar el desperfecto, aunque tuvo que pelear con las actuales normativas, que en muchos casos obligan a eliminar los mármoles y colocar piedra arenisca, algo que para él es una barbaridad. Tras obtener los permisos para hacer una restauración fidedigna, se dirigió a Víctor Goikoetxea, que es el autor de la rehabilitación de los salones de Plenos de Donostia y Hernani, así como de la decoración interior del túnel de Ondarreta, inaugurada en 2016, con motivo de la Capitalidad Cultural.

La restauración, de unos 50.000 euros de coste, la abona la comunidad de vecinos y el comerciante y podría haber resultado más barata, según Ibeas y Goikoetxea, con otro tipo de ordenanzas municipales. De hecho, destaca el comerciante, estas han permitido la desaparición de la fachada de mármol de la joyería Astrain de la calle Churruca y puede dar al traste con otros comercios antiguos que aún quedan en el centro donostiarra, como la pastelería Aguirre, del Boulevard esquina Garibay, otra antigua joyería, o la fachada del bar Barandiarán, ahora cerrado, o el Tánger.