a que lio mi madre es el título del álbum familiar creado por Keni Soler, hijo de Amaia Bontigui, que recopila numerosos recortes de prensa guardados por esta vecina de la calle 31 de Agosto, fallecida hace cinco años, e impulsora del acto de apagón del alumbrado y encendido de velas en los balcones de la citada calle de la Parte Vieja, que muchos creen un acto tradicional histórico. La conmemoración de la tragedia, convertida en cita ineludible para muchos donostiarras, no se repetirá como tal mañana a causa de la pandemia, aunque habrá conciertos y un ofrenda floral para no olvidar la fecha, un año más. “Al menos la celebración sirve para que la gente sepa lo que pasó y conozca esa parte de la historia”, dice Amaia Soler, hija de Amaia Bontigui, que de niña ya ayudó a su madre en pequeños detalles de la organización, como enviar los programas de actos a los medios de comunicación. Sus hermanos, Karmele, Naroa y Keni, al igual que su padre, Ernesto Soler, también arrimaron el hombro, pasando a máquina programas de actos o llevando las velitas a los domicilios, siempre bajo la batuta de la incansable madre de familia.

El recuerdo a los fallecidos tras el incendio y asalto a la ciudad de 1813, que dejó en pie solo un lado de la actual calle 31 de Agosto (antes calle de la Trinidad) y un par de edificios más, fue ideado por Amaia Bontigui, de la mano de otros vecinos del barrio como Carmen Yarza, José Luis Pérez, Luis Montes e Iñaki Gaztelu, según recuerda la familia. Fue en los años 70 y algunos fijan la primera vez en el año 1975. Así lo señala José Luis Molinuevo, integrante de la sociedad Kañoyetan, implicada en la organización de los actos en los últimos años, que explica que la primera vez no fueron velas lo que se encendieron en los balcones sino farolillos que se vendían para las fiestas con forma de acordeón.

Creación vecinal

1975/1978

Lo que está claro es que en 1978 la prensa local ya mostraba una fotografía de la calle 31 de Agosto solo iluminada por las velas de los balcones en recuerdo de los muertos en el asalto que formó parte de la denominada Guerra de la Independencia, donde las tropas angloportuguesas, aliadas de la españolas, atacaron a las francesas instaladas en Donostia y de paso arrasaron casi toda la ciudad amurallada tras abrir una brecha en el muro.

Al encendido de las velas ideado en alguna cena de vecinos, se le añadió el apagón de la iluminación de la calle, lo que contribuía a resaltar la tristeza del recuerdo. El acto había sido organizado por la asociación de vecinos Hauzoak, del que formaba parte Amaia Bontigui. Hubo algún año en el que los vecinos de la calle cenaron en mesas corridas en la plaza de la Trinidad para rematar la jornada de impulso popular.

Con el tiempo, la conmemoración fue cambiando, según recuerda Amaia Soler. Uno de los añadidos más notables fue la música, que corrió a cargo del director de la Banda de Txistularis José Luis Ansorena, que introdujo la interpretación de la marcha fúnebre del Sorozabal y coros.

La celebración del hecho luctoso también engordó con la tamborrada de todas las sociedades de la Parte Vieja en la tarde del día 31 de agosto, antes del apagón del anochecer, y finalmente con la recreación histórica de la batalla en la Bretxa. En este acto, que se extiende por distintos puntos de la Parte Vieja y llega hasta el Boulevard, han tomado parte en los últimos años varios centenares de integrantes de sociedades donostiarras y colectivos que recrean batallas militares, como Andia Kultur Elkartea de Tolosa, la asociación Batalla de Vitoria, la cofradía Anaka de Irun y Lofet Lasarte.

Pero, en sus inicios, el recuerdo del 31 de Agosto era un acto de barrio, recuerda Amaia Soler, en el que se buscaba también la cohesión social en tiempos convulsos y en los que se incluía algún acto para los niños del barrio, como la chocolatada, o pelota en el frontón de la maño de Iñaki Fernández. De hecho, la conmemoración se suspendió algún año, en épocas en las que la Parte Vieja era punto habitual de incidentes entre policía y manifestantes.

Pero el inicio humilde del recuerdo a la historia donostiarra ideado por unos vecinos hace unos 45 años se ha ido transformado en otro imán turístico más en los últimos tiempos, además de insertarse en la programación de las Euskal Jaiak, que tratan de mantener el tono elevado de diversión en la ciudad a final del verano.

El Ayuntamiento, desde hace unos años, también toma parte en la organización del acto, que tiene unos gastos que rondan los 7.000-8.000 euros, según explican miembros de la organización de los últimos años.

Mañana, la congregación de personas para recordar la destrucción de la ciudad hace 207 años no tendrá lugar, aunque habrá varios actos para no dejar vacía una fecha llena de contenido desde que Amaia Bontigi y sus convecinos quisieron darle una nueva significación.

11.30 horas. Misa solemne en la basílica de Santa María con el Coro Easo Araoz Gazte, la Banda municipal de Txistularis, dantzaris y organista (aforo controlado).

12.30 horas. Tradicional homenaje a los fallecidos en el incendio de 1813 en la antigua Puerta de Tierra (San Jerónimo/ Boulevard).

13.00 horas. Homenaje a la Asociación Chernobil por parte de Kañoyetan. Asistencia con invitación solicitada en www.abuztuadonostian.eus.

20.30 horas. Concierto en San Vicente en recuerdo de la tragedia con el Coro Easo, txistularis, dantzaris, el organista Oscar Candendo y el recitador Andoni Aleman. Con invitación en www.abuztuadonostian.eus.

21.30 horas. Repique de campanas.

“Los primeros años era muy de barrio; llegamos a cenar los vecinos en mesas en la plaza de la Trinidad”

Hija de Amaia Bontigui