os vecinos del Alto de Errondo, la zona que sube desde la ladera del paseo de Errondo hasta el colegio de Jesuitinas, llevan un mes sufriendo una oleada de robos en sus vehículos que, en los últimos tiempos, se han trasladado también a los garajes. La situación ha empezado a preocupar a los residentes, que han llevado a cabo una recogida de firmas que llevarán hoy al Ayuntamiento y a la Ertzaintza para pedir un mayor control en este barrio de baja densidad de población, donde los ladrones tienen más facilidades para esconderse de las miradas de los vecinos.

Los robos, una treintena según los primeros cálculos, han afectado principalmente a vehículos que estaban estacionados, a los que en ocasiones han roto los cristales u otros elementos para poder acceder al interior. Pero, en los últimos tiempos, estos delitos también se han trasladado a los garajes, de los que se han llevado bicicletas y otros objetos, además de romper los accesos. “En los coches buscan móviles, gafas... y, además, manipulan todo el espacio, las mochilas, los documentos y demás efectos personales ”, explica Izaskun Fernández, una de las vecinas del barrio, que asegura que “el miedo se está instalando entre la gente”. “Hay gente mayor que ahora no se atreve a salir a pasear y también hay temor por los chavales que andan en bici por la calle, ya que hay zonas sin ninguna vivienda y tenemos miedo de la situación”, añade Fernández.

El pasado 20 de julio, los vecinos celebraron una reunión en la calle, junto a la clínica de San Juan de Dios, para buscar soluciones y concluyeron que “en una ciudad como Donostia, el turismo y el bienestar social no puede ser sustituido por patrullas vecinales en vigilancia, por lo que el departamento de Movilidad y la vigilancia policial son la mejor alternativa”.

Los vecinos, además, se muestran intranquilos porque consideran que quienes se introducen en los vehículos y en los garajes para robar podrían estar afectados por el COVID-19 y dejar el sello del virus en donde han ido a robar.

Además, ayer surgieron pintadas y grafitis, además de desperfectos como la rotura intencionada de un telefonillo. Los vecinos creen que las reuniones y movilizaciones que han empezado a desarrollarse en el barrio podrían tener relación con esta situación añadida. “En el número 54 ha aparecido una diana, acompañada de la palabra perro”, explica Fernández, que pide la intervención de las autoridades.