- Con la apertura oficial de la temporada de playas, el pasado miércoles, también se ha puesto en marcha la de la isla de Santa Clara, un espacio que se ha preparado ya para acoger a los visitantes que llegan en las barcas del Aitona Julián para pasar unas horas o todo el día cuando el tiempo acompaña. El bar y su correspondiente terraza ya están instalados y el entorno del embarcadero se ha visto ya desprovisto de las máquinas y productos de obra que, en estos meses de julio y agosto, solo prosigue el interior de la casa del faro de la isla, para instalar la escultura de Cristina Iglesias.

"La temporada se presenta con incertidumbre", asegura el responsable del bar, Luis Fernández, en el que trabajan de cuatro a seis personas. Recalca que el establecimiento ya está preparado para acoger a la clientela, aunque las mesas de las terrazas deben ser menos y han de estar más separadas a causa del COVID-19. Con varias décadas a sus espaldas en el bar de la isla, Fernández explica que la pequeña playa, la piscina natural y el establecimiento hostelero están en perfectas condiciones de uso. El temor al coronavirus por parte de los usuarios también es una incógnita y no teme que pueda haber masificación, sino todo lo contrario. "Masificación hubo en los años 70 pero, desde luego, en los últimos tiempos no ha habido nada de eso", recalca. Las más de 100 mesas de las campas de la zona alta, para las que había incluso peleas en el pasado, sobran últimamente. "Incluso los domingos puedes ir y encuentras mesa", señala el hostelero. Este verano, sin embargo, no todas estarán disponibles ya que algunas se han desmontado en una zona afectada por la obra del faro. Posteriormente, según explica, se colocará tierra sobre el terreno y se plantará hierba para que el espacio retome su situación natural.

Fernández considera que la presencia menguante de personas en el islote donostiarra está motivada en que, a diferencia de otros lugares, para ir a la isla hay que pagar billete, a no ser que se tenga embarcación, y eso puede echar para atrás a algunas personas. Además, el montículo natural situado en medio de la bahía donostiarra no es tan conocido como podría parecer. "Realmente, mucha gente habla de la isla, y ahora más, pero creo que un 40% de los donostiarras nunca han estado en ella", dice. Los vecinos de localidades cercanas son legión entre los principales usuarios, añade.

El barero de la isla señala que, a causa de la menor presencia de personas y el confinamiento de los últimos tiempos, se ha notado una mayor presencia de gaviotas en lugares donde antes no anidaban. Las obras de la escultura, que afectan a todo el entorno del pequeño edificio situado junto al faro, no han hecho mella en estas aves, según su opinión. "Anidan junto al camino y se ponen agresivas si te acercas", recalca.

El bar de la isla, en el que trabajan de cuatro a seis personas, tiene que tener este año las mesas de la terraza más espaciadas