las obras avanzan a pocos metros y siete familias de un edificio del camino de Okendotegi de Martutene (cerca de Ergobia) apuran sus últimos días en casa. No contaban con ello, pero tras una modificación del proyecto, el verano pasado les confirmaron que iban a expropiarlos con carácter de urgencia para poder continuar con las obras del TAV a su paso por Martutene. El precio que les ofrecen por sus viviendas es "irrisorio", en su opinión, y sin saber aún cuándo tendrán que dejar definitivamente sus casas, piden que se les garantice un realojo para no quedarse en la calle.

Las familias de la conocida como casa Erbitegi (hay algunas personas mayores y también un niño pequeño entre los residentes) acudieron al Ayuntamiento y han tenido reuniones con el alcalde, Eneko Goia, y la concejala de Urbanismo, Nekane Arzallus, para pedirles su mediación. El responsable de las obras y de la expropiación forzosa es Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, dependiente del Ministerio de Fomento), pero Arzallus se comprometió a trabajar en su caso y a hablar también con el Gobierno Vasco para buscar alternativas de alojamiento.

Fuentes del Gobierno municipal confirman que siguen trabajando en el tema y que la negociación está avanzada, por lo que confían en poder cerrar pronto un acuerdo para ofrecer los citados realojos a todos los afectados.

La espera, sin embargo, no es agradable y el tiempo apremia. Cuentan que en principio les dijeron que en noviembre les expulsarían. Eso no sucedió y ahora lo último que saben es que, en principio, en marzo arranca una nueva fase de las obras para la que sus casas deberán estar derribadas. Entre los afectados hay alguna familia que quiere agradecer expresamente la implicación del Ayuntamiento en todo este proceso y que confía plenamente en ese realojo, pero otras reclaman mayor implicación por su parte y piden respuestas cuanto antes, ya que el tiempo apremia.

Cinco de esas familias decidieron el mes pasado hacer pública su situación y, acompañados por concejales de EH Bildu y Elkarrekin Donostia, exigieron al Gobierno municipal que les garantizara esos realojos para evitar quedarse en la calle.

Sin casa y con hipoteca

Gari Arrese-Igor y su madre, propietaria de la vivienda, son unos de esos afectados. Cuenta que el proceso de expropiación de la mayoría de las viviendas de su alrededor afectadas por el TAV empezó hace alrededor de siete años y que, en principio, ellos no contaban con ser expulsados. Sin embargo, una vez que arrancaron las obras el proyecto cambió y empezaron a surgir grietas en el edificio. Los técnicos de Adif plantearon realojos temporales y reforzar su casa con contrafuertes, aunque poco después también se vio que eso era insostenible y plantearon la expropiación forzosa con carácter de urgencia.

Así, recibieron en verano la notificación de la expropiación. "Lo supimos por el BOE", critica Arrese-Igor. En teoría, tenían que firmar el acta de ocupación en noviembre, aunque siguen esperando. Aunque el mayor problema es la tasación de sus viviendas, que consideran profundamente injusta: les ofrecen entre 80.000 y 120.000 euros. "Es menos de lo que me costó la casa hace más de quince años", critica Javi Agudo, otro de los vecinos de Okendotegi. Denuncian que esa tasación se hizo, además, después de las grietas y daños surgidos en el edificio como consecuencia de las propias obras. "Con ese dinero no podemos tener una casa ni en Donostia ni en los alrededores", critica Arrese-Igor. Lograron que Adif aumentara en alrededor de 10.000 euros su oferta final, "pero esa cantidad sigue sin solucionar nada" ni es suficiente para costear una nueva casa, de ahí que insistan en la necesidad de un hogar alternativo.

"Si no, se dará la situación de que nos quedaremos sin casa y, además, en algunos casos pagando todavía la hipoteca y sin poder comprar otra en la que vivir", denuncia. El propio Arrese-Igor cuenta que, sin saber que sería expropiado, afrontó hace solo unos cinco años una reforma integral de su vivienda, lo que le supuso una inversión importante que todavía está pagando.

Esperan no llegar a eso y que, finalmente, les ofrezcan un realojo, pero la espera y la incertidumbre se están haciendo angustiosas para todos ellos. Por eso, algunos de los vecinos acudieron también al Pleno municipal hace solo unos días con camisetas en las que reclamaban una solución inmediata. Dicen que no les gustó la actitud del Gobierno municipal, que sigue sin darles respuesta. "No sabemos nada", afirma Felipe Ezkurra, que tendrá que despedirse en breve de la que ha sido su casa casi toda su vida.

Luisa Guereño es otra de las afectadas. Lleva unos doce años viviendo en el 153 de Okendotegi y después de estos meses lo que desea es cerrar este capítulo lo mejor posible, ya que en estos momentos asegura que no tiene "ni idea" de qué sucederá en unas semanas. Critica, asimismo, la falta de comunicación con los responsables de la expropiación: "De momento, seguimos esperando".