donostia - El nuevo hotel Arbaso recibirá el viernes a sus primeros clientes, tres meses después de que su restaurante, Narru, empezase a funcionar en la planta baja del edificio, con una notable acogida por parte del público. El alojamiento, de cuatro estrellas, estará dirigido por Raúl Fernández Acha, un profesional de larga trayectoria que ha pasado por otros hoteles como el donostiarra Amara Plaza, en el que ha estado 20 años, o el bilbaino Domine, junto al Guggenheim, de cinco estrellas.

Fernández Acha muestra su alegría por embarcarse en la dirección de una propuesta hotelera que es "diferente a todo lo demás". Para empezar, destaca la acogida personal a los clientes, que hace innecesario el tradicional mostrador de recepción. "Es un reto y una gran ilusión trabajar en una proyecto familiar, con una identidad y personalidad muy marcadas", explica el responsable.

El hotel Arbaso nace con la intención de ofrecer "un sitio para vivir" más que para dormir y, por ello, según explican fuentes de la empresa, ha cuidado al extremo el confort, así como los materiales y la decoración de las 50 habitaciones, en las que se podrán alojar hasta 98 personas a la vez.

La tradición, la cultura vasca y la naturaleza son las características del hotel situado en la esquina de las calles San Martín y Hondarribia, que elige el nombre Arbaso (antepasado) como síntesis de la oferta que pretende acercar a sus clientes. "Queremos poner en valor la cultura de Euskal Herria y compartirla con los clientes", explican: "La idea es que Arbaso se convierta en el hogar que simbolice la cultura y tradiciones vascas". Para empezar, la bienvenida a todos los alojados será en euskera, de modo que tengan un primer contacto con la lengua vasca.

empresas locales Además, todos los materiales utilizados en el hotel son de productores locales. Los uniformes del personal, por ejemplo, han sido diseñados por Letitare, de Irati Guarretxena. Lo mismo sucede con el restaurante Narru, en el que los alimentos de Kilómetro Cero toman un protagonismo especial.

Además, numerosas empresas locales han tomado parte en el proyecto, empezando por los arquitectos de Fiark y siguiendo por la constructora Murias y firmas como Ondarreta, de diseño de mesas y sillas, Hemenklima o Baltasar Rubio (fontanería). La huella local queda en evidencia también con la colaboración de otras firmas como Inmoel, Etxebank, Exclusivas Manero, Innovahotel, Cantería Espiga, Carpintería Atari, Zuhaizki, Construcciones Metálicas Aramburu, Ryde Obras, Maiur, Pinturas Picon o Laneder.

La calidez y el recuerdo de la naturaleza son dos de las características que quiere destacar como señas de identidad el establecimiento hotelero ubicado en pleno centro donostiarra, decorado en tonalidades de otoño. Xirimiri, Sustrai y Olatu son algunas de las palabras en euskera que dan nombre a las habitaciones del alojamiento, habilitado en un edificio del siglo XIX proyectado por José de Goicoa, que ha conservado sin alterar sus fachadas, como exigen las normas de protección.

El establecimiento, enclavado dentro de los conocidos como hotel-boutique, está dirigido a un público familiar y de alto poder adquisitivo. Las habitaciones de la última planta son las más lujosas de todo el inmueble, que se divide en cinco plantas.

El nuevo hotel donostiarra pertenece a la empresa Mugaburu, una sociedad que inició su andadura en 1962 con la construcción de viviendas y la gestión de aparcamientos en Irun. La fundó Martín Aramburu, un apasionado de la gastronomía, que llegó a invertir en fincas de olivares para producir su propio aceite, Casa de Hierro. También fundó una ganadería de vacuno de la prestigiosa raza Wagyu.

La empresa también ha llevado a cabo la construcción de mercados, como el nuevo San Martín en Donostia y el de San Miguel en Irun. Los aparcamientos son otros de los puntos de negocio de la firma empresarial, que es responsable tanto del estacionamiento del citado mercado donostiarra como del del Buen Pastor, a pocos metros de la puerta del hotel Arbaso.

La empresa Mugaburu también cuenta en su haber con un lujoso caserío en Jaizkibel, que se ofrece como espacio para bodas y otros encuentros o vacaciones, en un ambiente de privacidad, en medio de una finca de 27 hectáreas, en las que se asientan también la cuadras en las que se crían las vacas Wagyu.