El trinquete histórico del barrio de Gros, el más antiguo de la Comunidad Autónoma Vasca que aún se conserva, ha vuelto a cerrar sus puertas. El grupo de jóvenes empresarios que apostó por convertirlo en un restaurante en 2017 ha decidido poner fin a su aventura, tras llevar a cabo una fuerte inversión que tuvo como objetivo transformar la cancha, protegida como Bien Cultural del País Vasco, en un espacio hostelero que mantuviera la esencia del viejo recinto, en pleno corazón del barrio de Gros.

No es la primera vez que el más que centenario trinquete -está documentado desde hace 124 años- se transforma en un restaurante. En la anterior ocasión que albergó un negocio hostelero duró cuatro años. En concreto, fue entre el año 1996 y 2000 cuando otro grupo de personas vinculadas a la hostelería se atrevieron a transformar el antiguo frontón, incrustado dentro de un edificio de viviendas, en restaurante. Décadas atrás, el curioso frontón con tejadillo fue utilizado como taller mecánico.

En esta ocasión, a las dificultades propias de crear un nuevo negocio en una construcción catalogada como Bien Cultural y, por lo tanto, intocable en muchos de sus aspectos, se han sumado problemas con la vecindad. El restaurante Trinkete, que ha trabajado alrededor de un año, ha peleado también con las comunidades de vecinos de los números 16 y 22 de la calle Nueva, que incluso acudieron a los tribunales para impedir que se usasen sus escaleras como salida de emergencia del local hostelero.

Tras varios desencuentros por las salidas de emergencia, en julio del pasado año los arrendatarios del frontón presentaron una querella contra una comunidad de vecinos, a la que acusaron de haber bloqueado la salida de emergencia del restaurante e impedir así que se cumpliesen las normativas de evacuación. Esta denuncia y otras demandas cruzadas entre vecinos, propietarios y arrendatarios del local echaron más leña al fuego de las dificultades propias del nacimiento de una empresa.

El hecho de que las normativas de seguridad legales en la actualidad sean mucho más exigentes que las que regían en el pasado hace en ocasiones imposible conjugar el aprovechar un local con su mantenimiento intacto.

Conflicto con los vecinos

Una de las características de esta cancha de pelota es, precisamente, que se construyó en el interior de una manzana de viviendas y locales. La cancha se sitúa a la altura del primer piso, sobre los locales comerciales, y se accede al ella desde la calle Nueva, aunque también está interiormente conectada con la calle Iparragirre. Como en el pasado la presencia del frontón en el interior de una manzana de viviendas no suponía un problema, las escaleras de la comunidad de vecinos de la calle Nueva 16 tienen puertas de acceso tanto al pie de la cancha como a los balcones corridos de los pisos superiores. Se supone que, antaño, estos accesos eran para los espectadores del frontón. Pero lo que en el pasado era normal, ha dejado de serlo y el conflicto parece irresoluble.

El cierre del último negocio que ha intentado desarrollarse en el trinquete más antiguo de la CAV y Navarra (hay uno similar en Elizondo, de 1894, y en Iparralde hay numerosos) no ha pasado desapercibido en el Ayuntamiento, que en su momento dio todos los permisos necesarios para el local hostelero y, por el momento, no parece encontrar una solución para conjugar el uso de los edificios protegidos con la conservación del patrimonio.

Algunos encuentran similitudes con otros casos relacionados con el patrimonio como, por ejemplo, el del Bellas Artes, un edificio cerrado desde hace más de 30 años, que también destaca por su originalidad y antigüedad y que, tras ser declarado Bien Cultural con la categoría de monumento hace tres años, perdió el pasado año esta catalogación por sentencia judicial y sigue ahora sin un futuro trazado.