esde su particular experiencia, forjada durante más de un cuarto de siglo al frente de un oficio de tradición familiar, José Ramón Arrazola ha hilvanado en un libro la historia de las tejerías de Oñati. Hace tiempo que le rondaba por la cabeza la idea de dedicar una publicación a la tejería que su bisabuelo, Francisco Arrazola y Echevarría (1853-1916), fundó en el barrio de Olabarrieta, y que después de 97 años de andadura echó la persiana en 1994. Fue el último tejar que aguantó en activo en Oñati, y el último también que cesó su actividad en Euskadi.

Desmenuzando el contexto donde surgió el negocio que promovió su bisabuelo encontró antecedentes históricos de otras muchas instalaciones que en la villa se centraron en la producción de tejas y ladrillos. José Ramón ha buceado en el Archivo de Protocolos de Gipuzkoa y en el Municipal para cimentar un trabajo en el que ha documentado 22 tejerías, desde comienzos del siglo XVI hasta finales del XX, de las que nueve fueron del Concejo (o de la Villa), que las arrendaba con una serie de condiciones. "El gasto era infinitamente superior a la renta que se cobraba. Eran de tipo social, un servicio que el Ayuntamiento prestaba a la comunidad a un precio controlado", relata José Ramón, el último tejero oñatiarra.

Otros cuatro tejares se ubicaron en los barrios y en ellos se trabajaba en auzolan, acogiéndose a las ayudas del Concejo para el suministro de leña y el mantenimiento de los hornos. Las nueve tejerías restantes eran privadas y echaron a andar a principios del siglo XIX.

"Las primeras referencias son de 1501 y ese año había en Oñati cinco tejerías; todas de la Villa", cuenta José Ramón, cuarta generación de una profesión que antes que él también ejercieron su abuelo José Miguel y su padre Marcos. Varias circunstancias contribuyeron al auge de la actividad: "En aquella época Oñati era una entidad de población importante, y las necesidades de teja y ladrillo iban en consonancia con la creciente construcción. La existencia de arcillas en cantidad y calidad suficientes favorecieron, a su vez, el desarrollo de las tejerías", explica Arrazola, que desgrana estos detalles en el libro Las tejerías en la villa de Oñati.

240 páginas que se detienen en numerosos aspectos que dejan constancia de un oficio, el de tejero, que tuvo una gran tradición en el municipio. Las instalaciones primitivas eran artesanales y se trabajaba de forma manual. "La actividad era puntual entre San Miel Txiki (8 de mayo) y el día de San Miguel (29 de septiembre). Se producían en torno a 140 toneladas por tejería", expone José Ramón. Con el salto del sistema artesanal a la era industrial se crean las primeras instalaciones mecanizadas. "Entonces se empezaron a producir 11.000 toneladas al año", precisa.

Del ladrillo común que era macizo y las tejas curvas de canal o árabes a una diversificación de materiales y productos que empezaron a ver la luz con la paulatina mecanización a partir de 1930. "Existieron cuatro tejerías mecanizadas en Oñati y solo coincidieron en 1958 todas en marcha", apunta un entusiasmado Arrazola.

Los métodos y procesos de fabricación, el transporte de mercancías, los tipos de hornos, los tejeros oñatiarras que en cuadrillas desempeñaban el oficio en Álava, Navarra y en tierras de Castilla, o los alfareros locales tienen su espacio en este pormenorizado relato, que repasa, igualmente, la ubicación de las tejerías de Oñati: Bidania, Alçibar, Çubicoa, Santa Cruz, Biayn, Buztinzurieta, Olalde-Sacon, Murguía, Celaacoa, Ormabarrieta, Margola, Zubillaga, Yrazabal, las tres de Araotz -Guerneta, Mariuntzoste y Madina (Maaña)-, Aranzazu, Olabarrieta, Okunbardin, Zañartu y Errotatxo.

Tampoco faltan las curiosidades como la que alberga el monasterio de Bidaurreta. En el pavimento y arcadas de su claustro se pueden observar ladrillos fabricados a principios del siglo XVI en la villa, "perfectamente conservados", destaca José Ramón.

En definitiva, un testimonio de un oficio ancestral que ocupa un merecido capítulo de la historia oñatiarra. El libro puede consultarse en la biblioteca y en el archivo municipal. Para adquirirlo hay que ponerse en contacto con el autor (679 178 562).

En el claustro del monasterio de Bidaurreta existen ladrillos fabricados en la villa hace más de cinco siglos muy bien conservados