Lleva la música en la sangre. De hecho, viene de una familia muy ligada a ella. ¿Siempre tuvo claro que este era su camino?
–La verdad es que sí. Gracias a mi familia pude explorar varias ramas del mundo escénico-musical desde muy pequeña. Participando en los musicales de Bergara en los que mi padre lo daba todo, escuchando un ensayo de cualquier proyecto en el que cantaba mi madre o yendo a disfrutar de la Euskadiko Orkestra al Kursaal con toda la familia. Habiendo vivido tan de cerca y con tanta intensidad lo que significa dedicar una vida entera a la música, se me hizo inevitable dejarme llevar por esta profesión. Empecé tocando en la orquesta de la Musika Eskola de Bergara, después tuve la oportunidad de formar parte de la Bergarako Orkestra Sinfonikoa de la que aprendí muchísimo, y desde los 12 a los 18 años también fui integrante de las Euskadiko Ikasleen Orkestrak (EIO Gazte y EIO). Por disfrute propio y pasión por el repertorio, pero también en gran parte por herencia cultural, decidí a los 12 años dedicarme a ser violinista y músico de orquesta.
¿Por qué escogió el violín?
–Creo que yo no tuve mucho que ver con la decisión. En la Musika Eskola existe un programa pedagógico llamado 'Método Suzuki', cuyo objetivo es enseñar música a niños pequeños como si se tratara de una lengua materna. Normalmente se empieza a los tres años y en Bergara se aprende a través del violín. A medida que fui creciendo, seguí tocando. Tuve mis altibajos, pero cuando comencé a descubrir todas las posibilidades que ofrece el instrumento y la enorme cantidad de literatura escrita para él –tanta que no bastaría una vida entera para conocerla toda–, fui conectando cada vez más con el violín, hasta hoy.
"Decidí a los 12 años dedicarme a ser violinista y músico de orquesta"
Tiene 25 años, ¿Cuál ha sido su formación hasta ahora?
–He dado muchas vueltas. Empecé el Grado Superior en Musikene y tras dos años me fui de Erasmus a Frankfurt. Al terminar tuve la oportunidad de tocar con la Orquesta Sinfónica de Göttingen, también en Alemania, durante dos años. Al segundo retomé y acabé la carrera en la Universidad de Música, Teatro y Media de Hannover, donde, además, trabajé temporalmente en la Ópera y comencé el Máster de Interpretación en Violín. Más tarde, me trasladé a Stuttgart para continuar el curso con una profesora con la que quería seguir formándome. Actualmente estoy a mitad de ese máster en la Universidad de Música y Artes Aplicadas de Stuttgart.
Ha sido elegida para participar en los proyectos de la Gustav Mahler Academy junto a otros 50 jóvenes músicos del mundo. ¿Qué sintió cuando fue seleccionada?
–Me llevé una alegría enorme. Había enviado un vídeo tocando junto con mi currículum. Llevaba tiempo siguiendo este proyecto; varios amigos y conocidos habían participado en ediciones anteriores. Siempre había escuchado cosas muy buenas y la verdad es que las condiciones, el repertorio y el grupo de docentes y artistas me resultó verdaderamente atractivo. Como músico uno está exponiéndose constantemente, ya sea en clases, en conciertos o en pruebas, y en este tipo de situaciones el “no” se da siempre por sentado, así que cuando viene un “sí“ es inevitable emocionarse.
Reto emocionante y exigente
¿Cómo han resultado los primeros conciertos en agosto?
–Fue una experiencia muy intensa. Durante casi tres semanas en Bolzano (Italia) convivimos y preparamos tres conciertos: dos de orquesta en Bolzano y Dobbiaco y uno de música de cámara también en Bolzano. Éramos un grupo grande de personas que no nos conocíamos, organizados, a su vez, en pequeños conjuntos con integrantes de orígenes y culturas muy distintas. En poco tiempo tuvimos que encontrar un sonido común. Fue un reto emocionante y exigente, pero lo dimos todo, y me quedé muy satisfecha con el trabajo que hicimos, especialmente por cómo ese proceso nos unió como grupo.
Durante 2026 ofrecerán actuaciones en ciudades como Ámsterdam, Bolzano, Hamburgo, París o Viena. ¿En qué consiste el programa?
–El objetivo del segundo año de la academia es interpretar sinfonías de Gustav Mahler siguiendo criterios históricamente informados. Esto implica el uso de instrumentos originales de la Viena de principios del siglo XX y una aproximación interpretativa acorde con las prácticas de la época. En los vientos se emplearán instrumentos originales, mientras que en las cuerdas se utilizarán modernos con cuerdas de tripa. Participarán músicos profesionales de distintas orquestas europeas, y se trabajarán dos sinfonías: una de ellas se grabará en un CD y la otra, la 'Nº 9 de Mahler', será interpretada en la gira que haremos por Europa.
¿Cómo cree que esta experiencia influirá en su carrera profesional?
–Siempre me han interesado las orquestas de cámara, y por eso este proyecto me resultaba especialmente atractivo. No se trataba solo de tocar en una orquesta de este tipo, sino también de aprender directamente de músicos de la Mahler Chamber Orchestra, tanto en clases individuales como en grupos de cámara. Durante la fase final compartimos escenario con ellos en los conciertos, trabajando codo con codo. Ha sido una experiencia con un nivel de exigencia importante, pero muy enriquecedora, ya que no siempre es fácil acceder a este tipo de trabajo si no se forma parte de un ensemble. Gracias a esa cercanía, en octubre participaré en una gira con la Mahler Chamber Orchestra, algo que considero un sueño. Mi objetivo ahora es aprender todo lo posible de todo lo que me rodea. Cada día está lleno de estímulos nuevos y emocionantes. Quiero absorber todo lo que esta vivencia me pueda ofrecer.
“Los constantes cruces entre inglés, alemán y ruso hicieron que la dinámica del grupo de trabajo fuera bastante pintoresca”
¿Qué es lo más emocionante de trabajar con músicos de diferentes procedencias?
–Se dice que la música es un lenguaje universal, pero yo no puedo estar más en desacuerdo. Hay muchos lenguajes y géneros dentro de la música, y tantas formas de interpretar un mismo repertorio que una puede volverse loca. Lo que más me emociona de trabajar con músicos de distintas nacionalidades es que, pese a nuestras diferencias culturales y formativas, logramos dialogar, esforzarnos por comunicarnos y alcanzar un sonido común. Es lo más difícil, pero también lo más gratificante. Hace unas semanas, por ejemplo, tocando con un cuarteto de cuerda en Bolzano, los constantes cruces entre inglés, alemán y ruso hicieron que la dinámica del grupo fuera bastante pintoresca.
Un universo de posibilidades
¿Quiénes han sido sus principales referentes o maestros en su formación?
–Isabelle Faust, el Cuarteto Casals, Patricia Kopatchinskaja, Lorenza Borrani… La lista podría seguir. Pero si pienso en maestros que he tenido, me resulta inevitable recordar a Catalin Bucataru, mi profesor en Musikene. Su sensibilidad musical, su manera de entender la pedagogía del violín, su pasión por la docencia y, sobre todo, su cercanía y predisposición, me abrieron un universo de posibilidades con el instrumento. Fue un antes y un después en mi formación, y siempre le estaré agradecida por todo lo que me transmitió durante el tiempo que tuve la suerte de aprender de él.
¿Qué repertorio disfruta más interpretar como violinista?
-Como he mencionado antes, tengo la suerte de tocar un instrumento con un repertorio inmenso y son demasiadas las obras con las que disfruto. Pero siento algo especial cuando interpreto música francesa impresionista de compositores como Debussy, Ravel o Franck.
Exprimir al máximo la profesión
¿Cómo se imagina dentro de unos años?
–No sé exactamente dónde estaré, pero me gustaría estar cerca de las personas que quiero, algo difícil viviendo en el extranjero y con un entorno tan cambiante. Lo que sí tengo claro es que quiero haber vivido al máximo todo lo que esta profesión ofrece: tocar en orquesta, en grupos de cámara o embarcarme en otro tipo de proyectos. Además, me encantaría acercarme más a la docencia, una faceta que me apasiona gracias a mi madre y a Catalin, y cuya importancia valoro profundamente.
¿Tiene algún proyecto personal o profesional que esté desarrollando o sueñe con realizar?
–Hace más de un año, tras una 'masterclass' de música barroca en Alemania, un grupo de unos veinte músicos de distintas nacionalidades conectamos tanto que surgió la idea de formar nuestro propio ensemble, combinando interpretación histórica, moderna, improvisación... Aunque la beca que solicitamos no salió, me quedó la espinita de desarrollar un proyecto así junto a amigos.
“Me encantaría acercarme a la docencia; una faceta que me apasiona gracias a mi madre y a Catalin Bucataru, mi profesor en Musikene”
Una curiosidad. Si no fuera violinista, ¿qué cree que estaría haciendo ahora?
-He pensado mucho a qué me gustaría dedicarme si lo del violín no saliese bien o tuviese que dejar de tocar por cualquier razón. Siempre me ha gustado mucho la literatura y también me planteé estudiar antropología social y cultural, o periodismo en algún momento. No lo tengo nada claro, pero supongo que sería algo relacionado con las ciencias sociales, la cultura o la docencia. O todas a la vez.