Eibar se ha convertido en este mes de agosto en un escenario abierto a todos aquellos que deseen descubrir la historia que guardan sus calles y edificios con un programa de visitas guiadas dirigido por la historiadora Nerea Alustiza.
Los que se sumen a ellas podrán conocer la reconstrucción urbanística que transformó la ciudad tras la Guerra Civil y valorar el rico patrimonio industrial que atesora.
Buena acogida
El programa de visitas guiadas es una iniciativa del Ayuntamiento de la villa en colaboración con Debegesa que se presenta como un atractivo turístico alejado del modelo de sol y playa.
Los datos avalan que hay público para este tipo de recorridos. Prueba de ello son las visitas programadas en Semana Santa, que contaron con la participación de cerca de un centenar de personas.
Visitas pendientes
El programa comenzó el 7 de agosto y ofrece tres nuevas oportunidades para quienes quieran disfrutar de él.
Los próximos recorridos tendrán lugar el jueves 21 y el jueves 28 de agosto (de 18.30 a 20.00), y el domingo 31 (de 11.30 a 13.00. La visita del día 28 se desarrollará en euskera mientras que las demás se realizarán en castellano.
La actividad es gratuita y no requiere inscripción previa. Basta con acudir diez minutos antes a la puerta principal de la parroquia de San Andrés, donde comenzará el recorrido.
Recorrido guiado
La historiadora eibarresa Nerea Alustiza, autora del itinerario y guía de las visitas, explicará la evolución de la ciudad y la forma en la que se recuperó de los bombardeos de la Guerra Civil.
“Eibar tenía muchas similitudes con los pueblos del entorno como Elgoibar o Bergara, ya que contaba con un casco antiguo con casas bajas de tres alturas. Todo cambió en 1937 cuando los bombardeos redujeron a escombros el 70% del núcleo urbano. Fue declarada zona devastada; solo quedaronruinas y casas medio derruidas”.
Reto colosal
De aquella tragedia surgió el reto colosal de reconstruir la ciudad superando las barreras orográficas que presentaba el lugar donde se asentaba.
“Eibar está encajonada entre montañas y apenas tiene terreno llano y, para colmo, está atravesada por un río. Afrontar su reconstrucción podía parecer más un castigo que una oportunidad. No había en España un lugar más complicado para rehacer, pero el talento de unos arquitectos convirtió aquel desafío en la ocasión de diseñar un espacio urbano más moderno y funcional”, señala Alustiza.
Reordenar la ciudad
El primer paso fue cubrir el río Ego mediante una obra de ingeniería que permitió ganar suelo para nuevas construcciones.
Después se trazaron calles como Zuloaga, Juliana Etxebarria y San Agustín, que rompieron con el trazado anterior y mejoraron la comunicación viaria a lo largo del estrecho valle con vías en ambas direcciones.
Edificio más altos y naves fabriles
También se levantaron edificios más altos, pasando de casas de tres plantas a bloques de seis pisos construidos en hormigón.
De este modo la ciudad se modernizaba al mismo tiempo que su industria, lo que dio lugar a la construcción grandes naves fabriles en el renovado casco urbano, que llegaba para sustituir a la infinidad de talleres y pequeñas empresas en los bajos de las casas que hasta ese momento habían sido señas de identidad de Eibar.
Genio creativo
En la transformación participaron figuras relevantes de la arquitectura vasca y española como Ponte Picabea y Domínguez Elósegui, responsables del planeamiento urbano, junto a Raimundo Alberdi, arquitecto municipal que firmó numerosos proyectos de obra industrial.
Sus diseños incorporaron el estilo racionalista de la época, inspirado en la corriente Bauhaus, con líneas rectas, volúmenes limpios y ventanales amplios que aprovechaban la luz natural.
Edificios de referencia
Las visitas recorren algunos de esos edificios claves en la industrialización eibarresa, y hoy reconvertidos en espacio para nuevos usos.
Portalea, el edificio que albergó a la empresa AYA y hoy acoge un centro cultural,, la factoría de Beistegui Hermanos fabricante de las populares bicicletas BH, El Casco, Lazpiur o Aurrera son parte de ese legado que forma parte del ADN industrial de la localidad.
El apogeo de los años 60
Ese patrimonio forma parte de un desarrollo y una transformación que llevó a Eibar a pasar de ser una ciudad devastada a convertirse en una pujante ciudad en los años sesenta.
“El desarrollo urbano de Eibar fue un modelo de éxito. Paso de ser una ciudad en ruinas a convertirse en un caballo de carreras ganador, hasta el punto de ser, como quien dice, la cuarta capital de Euskadi y contar con una de las rentas per capita más altas del país en ese momento”, comentó Alustiza.