Aguas Alzola ha llevado a cabo durante los últimos años un proceso de evolución y modernización. La empresa de Debabarrena tiene como uno de sus fines la divulgación de conocimiento sobre el agua, la salud y el medioambiente. Su apuesta por un producto 100% natural ha propiciado que su posicionamiento en el mercado entre los consumidores locales sea altamente positivo. Mónica Fernández, responsable del laboratorio de la compañía, es la encargada de implementar los controles de calidad pertinentes para que el agua pueda ser envasada y comercializada.

¿Cómo fueron los inicios de Aguas Alzola?

La empresa fue un balneario durante décadas. Cuando las instalaciones quedaron obsoletas, a mediados de los 70, se puso en marcha Aguas Alzola. Nuestra esencia se ha mantenido desde entonces, así como el proceso de obtención de agua. La lluvia, desde que cae en el macizo de Izarraitz, en Azpeitia, hasta que llega a nuestro manantial, en Alzola, tarda alrededor de 20-25 años. Es un agua termal, es decir, que se mantiene a 28 grados durante todo el año, y de mineralización débil, de modo que es apta para el consumo de todo tipo de personas. Desde el momento que la recibimos, no la tocamos. La recogemos, la envasamos y la ponemos en el mercado.

¿Cómo definiría su sabor?

Es muy fina al paladar. Se caracteriza por tener una composición mineral muy equilibrada, lo que hace que ninguno de sus componentes destaque especialmente en lo que al sabor se refiere. En Euskadi solamente hay dos empresas que envasan agua: Insalus y Aguas Alzola. La dos estamos en Gipuzkoa, pero el sabor es totalmente diferente. Todas las aguas son distintas. Incluso estando cerca geográficamente, nunca encontrarás dos sabores iguales.

¿En qué consiste su trabajo en el laboratorio?

Básicamente compruebo que todos los componentes son los correctos para evitar cualquier riesgo de contaminación.

¿Qué objetivos tiene Aguas Alzola a corto plazo?

En los últimos años hemos apostado por la renovación de nuestra imagen. Nos hemos adaptado a los tiempos que corren, diseñando botellas más estilosas y visualmente atractivas, así como añadiendo colores y etiquetas personalizadas. También hemos cambiado el logo. En general, hemos modernizado la empresa, y nuestro propósito es continuar por este camino. Por otro lado, necesitamos que haya relevo generacional. Algunos de los trabajadores que desempeñan puestos clave se van a jubilar, de modo que estamos buscando a quien los reemplace. En definitiva, queremos seguir evolucionando y creciendo, con la mirada puesta en ampliar nuestro público objetivo.

¿Cuáles son los principales desafíos que presenta el mercado actual?

Muchas personas valoran consumir agua local y nos lo hacen saber. Sin embargo, una gran mayoría de personas solo quiere agua, sin tener en cuenta sus características o procedencia. El agua no es como el vino u otros productos dirigidos a un público más exquisito o exigente. Cuando la gente va a un bar o restaurante, pide agua sin importarle lo que le saquen. No suele buscar una marca en concreto. Por ello, damos muchísima importancia a implementar una cultura del agua en la ciudadanía. Realizamos visitas guiadas en las que explicamos nuestra historia y las propiedades de nuestro producto, y los visitantes alucinan. Además, el plástico está demonizado en la sociedad, lo que juega en nuestra contra. Esto no sucedería si todo el mundo reciclase correctamente. 

¿Qué supone tener a EROSKI como cliente?

Es, probablemente, nuestro mayor cliente. Nos aporta mucha visibilidad y un gran número de potenciales compradores.