Todos los años por esta época, la rampa que baja del barrio Grupo Legazpi a la calle Artiz y parte de esta calle de Zumarraga se cubren de unas flores que caen de unos árboles. Los días de lluvia, con el agua y las pisadas, tiñen de amarillo las aceras. Son las flores macho de los cedros del Atlas de Grupo Legazpi. Estas flores sueltan el polen y fecundan a las flores hembras. Estas últimas se convierten en piñas.

Aunque las flores lo dejan todo perdido, el fenómeno es digno de admiración Y los propios cedros son una de las joyas botánicas de Zumarraga.

Las flores macho de uno de los cedros del Atlas de Zumarraga. Asier Zaldua

De hecho, el Ayuntamiento de Zumarraga habilitó un coqueto parque junto a uno de ellos. En un espacio verde infrautilizado, colocó dos bancos, una fuente y unas papeleras y le quedó un parque de lo más apañado. Un lugar con mucho encanto: es tranquilo (la carretera queda debajo del parque y no es muy transitada) y, al estar ubicado encima de la acera y la carretera, tiene buenas vistas al pueblo y al monte Beloki. Ofrece un buen lugar donde juntarse y charlar a los vecinos de Grupo Legazpi: bonito y con sombra. 

La verdad es que este pequeño y coqueto parque era lo único que le faltaba a Grupo Legazpi para convertirse en un barrio fuera de categoría.

El barrio Grupo Legazpi se construyó en la época en la que Zumarraga multiplicó por tres su población, de la mano de la inmigración que atrajo su por aquel entonces boyante industria. Hubo una gran demanda de viviendas y se construyeron muchos barrios. Grupo Legazpi es uno de los que se diseñó con más acierto, pues al contrario que en otras zonas del pueblo, se tuvo muy en cuenta la calidad de vida de los vecinos.

Obra del arquitecto Domingo Unanue

El artífice fue el prestigioso arquitecto ordiziarra Domingo Unanue, autor del primer edificio racionalista que se construyó en Gipuzkoa (el cine Herri Antzokia de su localidad natal). Las casas de Grupo Legazpi no son de estilo racionalista, pero el barrio se edificó de manera muy racional.

Unanue tuvo en cuenta que iban a vivir muchos niños y proyectó cientos de metros cuadrados de espacio verde e incluso una plazoleta cubierta. Todo eso contribuyó a que fuera un lugar agradable para vivir y se crearan lazos de unión entre los vecinos y un sentimiento de pertenencia. De hecho, vecinos y antiguos vecinos han organizado varias comidas de confraternización. 

El buen trabajo de Unanue ayudó incluso a que el confinamiento provocado por la pandemia fuera un poco más llevadero que en otros barrios del pueblo, pues las viviendas del Grupo Legazpi tienen balcón, todas las ventanas dan al exterior y tienen vistas a los jardines del barrio y al monte. 

El ambiente entre los vecinos es muy bueno y, durante el confinamiento, además de ayudarse los unos a los otros, organizaron diversas actividades: bingo, fiesta de disfraces, fiesta disco, conciertos, teatro para los niños...

Unanue hizo un gran trabajo y los que decidieron plantar los cedros lo remataron. Durante unos días de otoño lo dejan todo perdido, pero el resto del año ofrecen belleza y sombra a los vecinos y a todos los que pasan por allí.