Probanza era muy joven cuando se aficionó a la fotografía. Dejó los estudios en Bachillerato y comenzó a trabajar en el taller de su padre. Aunaba el trabajo en el taller con la fotografía. “Algunos jóvenes del pueblo (Kike Vierbücher, Gonzalo Merino...) nos hicimos cargo del taller de fotografía de la casa de cultura de Urretxu. Los anteriores a nosotros eran bastante clásicos y nosotros éramos más rompedores. Dábamos cursos en los colegios, hacíamos dos revistas, exposiciones, concursos... En aquellos tiempos había mucha droga, pero también un gran movimiento cultural. Y los ayuntamientos apoyaban la cultura”.
A Probanza le gustaba experimentar. “Hice fotografías de gran tamaño en coches y paredes. En el bar Maracaibo de Urretxu, por ejemplo. Creo que esa fotografía sigue allí. En otra ocasión, intenté poner una fotografía del pelotari de Zumarraga Xabier Goñi en la pared del frontón Zelai Arizti. Fue bastante sonado y vinieron hasta de Televisión Española a hacer un reportaje. Desgraciadamente, nos retrasamos, pasó un tren y la foto salió mal”, recuerda.
Películas y limusinas
El fotógrafo urretxuarra tenía intención de ir a Centroamérica a cubrir un conflicto bélico, pero una chica le pidió que no se fuera y acabó en Madrid. “Hice reportajes para la agencia Efe y también fui conductor de limusinas. Además de eso, hice de figurante en varias películas y series de televisión: Belle Epoque, Cuentos de Borges... A la que se encargaba de los figurantes le gustó mi forma de ser y me contrató para llevar azafatas y espectadores a los programas de televisión. Trabajé en varios programas: Un, dos, tres; Vídeos de primera; Caliente, caliente... Estando trabajando en Caliente, caliente conocí a la responsable de la agencia Primera Hora y me ofreció trabajar con ella”.
El primer día que trabajó de paparazzi recibió un tortazo. “Me mandaron a sacar unas fotos de Alfonso de Borbón. Me puse a sacar fotos demasiado cerca de él, me vio y me dio un tortazo. A partir de entonces, utilicé el teleobjetivo”.
Los trabajos más sonados
Poco a poco fue aprendiendo el oficio e hizo algunos reportajes fotográficos sonados. “Creo que hice un buen trabajo. Unas fotografías mías se utilizaron en la campaña para conseguir echar del cargo a Felipe González: le pillé llevando muebles al chalet que había comprado en Pozuelo y el periódico ABC publicó esas fotos en su portada, diciendo que González iba a dejar el gobierno. También estuve en Alcasser. Una fotografía de los ataúdes fue publicada en la revista Hola. Y por unas fotografías que le saqué a Alicia Koplowitz en Córcega me pagaron tres millones de pesetas. No las publicaron, pues aparecía con su novio y con muy mal aspecto”.
Consiguió ser socio de la agencia, pero quería tener familia y Madrid no le parecía un buen lugar para ello. Debido a ello, volvió a Urretxu. “En Madrid se tardan horas en llegar a la sierra y en Urretxu tenemos Santa Bárbara al lado. Además, quería que mis hijos me dijeran Kaixo, aita y no ejque”, comenta. Tiene tres hijos de 26, 24 y 19 años.
La exposición del Berit
Su proyecto más reciente es la exposición del bar Berit de Urretxu. “Me gusta utilizar las técnicas de fotografía antiguas. El padre de Kike Vierbücher me regaló una enciclopedia de la fotografía publicada en 1935 y aprendí mucho de esos libros. Además, he comprado muchas cámaras antiguas. Las fotografías que se hacen utilizando las técnicas antiguas son únicas. Irrepetibles”, explica.
En cuanto a la temática, le gustan las fotografías de estudio. “En la exposición del bar Berit se pueden ver fotografías sacadas en los 80, en los 90 y en la década del 2000: David Bowie en el último concierto que ofreció en Donostia, una princesa de una isla del océano Pacífico...”.
Aunque le gustan las técnicas y las cámaras antiguas, como todo el mundo, saca también muchas fotografías con la cámara del teléfono móvil. “Suelo ir mucho al bidegorri y me gusta fotografíar las flores. De cerca. Te ofrecen muchas sorpresas”. Sorpresas agradables, no como la que se llevó cuando fotografió a Alfonso de Borbón. Las flores de Urretxu, al contrario que los señoritos de Madrid, se dejan fotografiar de cerca.