La errenteriarra Olaia Gutiérrez, a pesar de su juventud, tiene un extenso currículo. Es pedagoga, neuropsicóloga educativa y se está formando para ser orientadora educativa. Además, este curso ha recibido el Premio Nacional al Mejor Trabajo de Fin de Máster (TFM) en Neuropsicología Educativa de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) en el encuentro Familias Altas Capacidades en la Universidad, organizado por la Cátedra Altas Capacidades CADIS de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla.

“Mi trabajo, titulado 'Más allá del Potencial Intelectual: Intervención en la Memoria de Trabajo en Adolescentes con Altas Capacidades para Mejorar el Rendimiento Académico', aborda una necesidad urgente en el ámbito educativo”, asegura Gutiérrez. 

“Recibir este premio me llena de orgullo y representa una oportunidad ideal para sensibilizar y difundir, a través de los medios de comunicación, la problemática que enfrentan día a día los centros educativos y las familias”, añade. Y asevera: “La falta de información, formación y recursos adecuados para apoyar a estos jóvenes es un desafío que debemos visibilizar y abordar”.

En este contexto, la pedagoga señala que “a pesar de los avances en la legislación, como la inclusión de estos estudiantes en el grupo de NEAE (Necesidades Específicas de Apoyo Educativo), todavía existen carencias significativas en su visibilidad y detección”.  

De hecho, la falta de una detección precoz de los menores con altas capacidades puede llevar a un bajo rendimiento académico y, en algunos casos, al fracaso escolar. 

No obstante, Gutiérrez aprecia que en los últimos años se están dando pasos en la detección: “Gracias al Plan de Altas Capacidades en el País Vasco, se están realizando cribados, en 1º y 6º de Educación Primaria, los cuales permiten identificar a más niños y niñas con estas características”. Sin embargo, sólo se detecta un pequeño porcentaje de todos los niños con altas capacidades. “En la educación no universitaria del País Vasco hay matriculados 380.000 escolares, de ellos se han detectado 1.300 con altas capacidades. No obstante, se calcula que un 5% son niños con altas capacidades, por tanto se estima que debería haber 18.000 niños diagnosticados”, apunta la pedagoga. Con estos datos se calcula que en cada clase hay de uno a tres escolares con actividad cerebral superior a la media.

Además, después del diagnóstico el paisaje es árido, porque “en muchos casos el apoyo adecuado para su desarrollo académico y personal nunca llega, debido a la falta de formación que existe tanto por parte de las universidades como por parte del profesorado en activo”, asegura Gutiérrez.

Para empezar, pone el foco en las universidades, en las carreras de grado, ya que apenas se trata el tema de las altas capacidades. Al ser un colectivo en cierto modo invisibilizado no son muchos los estudiantes y futuros profesionales los que se interesan por esta especialidad.

Además, el profesorado de Educación Primaria y Educación Infantil tampoco ha recibido una formación en este tema. “Son los profesores, los que están en contacto con los niños, los primeros que se suelen dar cuenta de que un niño puede tener altas capacidades”, asegura Gutiérrez. Sin embargo, al carecer de esa formación específica hay niños que se escapan de esa detección.

“La gente cree que los niños con altas capacidades son aquellos que sacan muy buenas notas. Los hay que sí, pero hay muchos que no y esos son los más difíciles de detectar”, asevera la pedagoga.

Además, Gutiérrez pone el foco en el estereotipo del niño superdotado que tiene la sociedad: un chico con gafas que con 16 años ha terminado una carrera universitaria. “Puede que sea una niña y no un niño, puede que lleve gafas porque tiene un problema de visión y eso no tiene que ver las altas capacidades y que tenga una carrera es algo excepcional, por eso nos cuesta identificarlos”, subraya.

“Es fundamental que, como sociedad, nos comprometamos a atender estas necesidades para que cada niño y niña pueda alcanzar su máximo potencial”, afirma la pedagoga.

De hecho, según los datos de Aupatuz, la asociación sin ánimo de lucro integrada por familias con hijos e hijas con alta capacidad intelectual de Euskadi, en este grupo de alumnos existe entre un 30% y 40% de fracaso escolar. “El motivo es que el sistema educativo no está adaptado a su estilo de aprendizaje, ni a su ritmo. El resultado es un alumno aburrido, desmotivado y odiando la escuela”, explican.

Gutiérrez actualmente colabora con Aupatuz. “En esta organización, realizo talleres sobre técnicas de estudio, inteligencia emocional, habilidades sociales y desarrollo de la creatividad, además de ofrecer charlas de sensibilización en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU)”, enumera. 

Además, se encarga de gestionar las redes sociales de la asociación, donde divulga información sobre esta temática (@aupatuz).