Hoy en día se pueden comprar pantalones vaqueros en cualquier tienda. De cualquier color y a cualquier precio. Pero antes de que se popularizasen no era tan fácil encontrarlos. En Legazpi, fue la modista Isabel Aztiria la que vistió a los jóvenes cuando estos pantalones empezaron a ponerse de moda.

Aztiria estaba estudiando patronaje en Eibar, cuando tuvo que dejar los estudios para ayudar a una tía que se quedó viuda con cuatro hijos. “Tenía dos carnicerías y tuve que aprender el oficio. Trabajé en la carnicería durante tres años”.

Cuando se casó, volvió a coser. Sobre todo, pantalones. Así, se ganó el mote de La Pantalonera. “En aquella época se pusieron de moda los vaqueros, los más famosos eran los Levi’s, y yo traía tela de Bergara para hacer ese tipo de pantalones. Era una tela muy dura y había que ablandarla. También se pusieron de moda los pantalones lavados a la piedra y los mandaba a lavarlos así”, recuerda.

Hizo muchos pantalones. No sabe decir cuántos. “Si digo que fueron cientos, me quedo corta. Seguramente, fueron miles. En aquellos años no había mucha opción. Algunos sastres hacían pantalones, pero eran de otro tipo”.

Los pantalones vaqueros que llegaban a Legazpi no eran del gusto de todos los jóvenes. “Se pusieron de moda los Levi´s y los que se vendían en Legazpi no eran de ese tipo. Levi´s tenía un patrón que se asentaba muy bien, sobre todo en el caso de las mujeres. Yo utilizaba un modelo parecido y la gente lo relacionó con los Levi´s. Tenía muchos clientes, en toda Gipuzkoa. Venía gente de los pueblos de alrededor y hasta Donostia”.

Nunca dejó de formarse y fue a Bilbao a estudiar patronaje industrial. “Pasé un año yendo y viniendo. También hice un cursillo de diseño y había que ponerse al día con las máquinas. Cuando lo de los pantalones bajó un poco, me dediqué sobre todo a coser para las mujeres”.

Cosía por encargo y a medida. “La gente pedía ropa de vestir. Trabajé mucho. También con ropa de boda. Los diseños solían ser míos. Cogía una cosa por aquí y otra por allí y lo adaptaba a la cliente y a sus gustos. Eran trabajos personalizados”. Tenía varias ayudantas. “Me ayudó, sobre todo, una prima. Desgraciadamente, murió muy joven”.

También hizo trajes de baserritarra. “Se estaban perdiendo y algunos grupos como Ikerfolk intentaron recuperar esos trajes. El grupo Sustraiak me ofreció hacer un curso y así empecé en ese tema. Nuestro objetivo era hacer los trajes tal y como eran antes. Tuvimos la suerte de que nos dejaron algunos trajes que estaban guardados en caseríos. Hicimos trajes para varios grupos de dantza. También para la tamborrada de Legazpi”.

Empezó a coser en casa y después compró un local en la calle Aizkorri. “Lo bueno de tener un local es que cuando apagas las luces te olvidas del trabajo, pero a veces llevaba trabajo a casa. Trabajé mucho, pero no me apena. Mi marido murió cuando yo tenía 60 años y a partir de entonces decidir trabajar de otra manera. Más tranquila. Bajé mucho el ritmo. Me jubilé con 65 años”.

Una vez jubilada, se dedica a hacer todo aquello que no pudo hacer de joven: se apuntó a inglés y a gimnasia y también le gusta viajar, pasear, leer e ir al caserío.

Las cosas han cambiado mucho estos últimos años. “Yo intentaba ofrecer calidad y estos últimos años la calidad de las telas ha bajado mucho. Y las empresas que trabajaban bien, han cerrado. Estamos en otro mundo. Hoy en día se vende mucha más ropa, pero de peor calidad. Todo es de usar y tirar. Compramos ropa durante todo el año y generamos mucha basura”.

Este concepto de la moda, ha traído la desaparición de las modistas de toda la vida. “Nosotros éramos muchos hermanos y estudié lo que me dijeron en casa. Trabajábamos con tiempo y paciencia y hoy en día no se puede trabajar así. Los jóvenes que quieren trabajar en esto no lo tienen fácil. Hay una gran oferta de ropa barata. Las modistas que conozco se dedican a arreglar ropa. Las cosas tienen que cambiar. Se hace ropa que dura poco y nosotras hacíamos ropa que duraba años. Lo de hoy en día no es sostenible”.