Las paredes del café de Aita Agirre Kulturgunea están pobladas de decenas de fotografías de árboles realizadas por Vicente Guinea. Se trata de ejemplares que destacan por su singularidad y que han llevado al fotógrafo elgoibartarra a recorrer infinidad de kilómetros por carretera y por el monte en su búsqueda por Gipuzkoa, Araba, Bizkaia y Navarra. La muestra permanecerá abierta hasta el 29 de febrero, por lo que aquellos que no la han visitando aún están a tiempo de hacerlo.

La fotografía es una afición que le acompaña desde hace muchos años. ¿Qué le animó a fotografiar el mundo con su cámara?

Me inicié en la fotografía con un cursillo del colectivo fotográfico Ongarri en los años 80, pero el que de verdad me inoculó la afición por este mundo fue mi cuñado, Antonio Loiola. Tenía un estudio en su casa y ver todo el proceso de revelado, desde el carrete al papel, me pareció algo casi mágico.

El café de Aita Agirre Kulturgunea está copado por imágenes de árboles que ha ido captando a lo largo de los años. Un vistazo a los fotografías deja bien clara su pasión por la naturaleza.

La naturaleza siempre ha estado muy presente en mis fotografías. La montaña, los árboles y la fotografía son mis tres grandes aficiones y es una suerte poder disfrutar de ellas cada vez que salgo al monte con mi cámara.

¿Qué se encontrarán los que se acerquen a ver la exposición de Aita Agirre?

Muestra medio centenar de árboles que destacan por su singularidad, aunque he fotografiado una docena más que no he podido incluir en la exposición por falta de espacio. Incluyo árboles como encinas, robles, alcornoques y tejos. Muchos tienen cientos de años, aunque también podemos encontrar un ejemplar que llega a los 1.200 años de edad. Se trata de la encina de Mendaza, un árbol espectacular, con una cavidad en su parte inferior en la que caben de ocho a nueve personas y que merece la pena visitar.

La muestra sobre árboles singulares es un proyecto que va más allá de lo fotográfico, casi se podría definir como un trabajo de catalogación.

Hay una parte fotográfica que me ha llevado a buscar el mejor momento y la mejor luz para fotografiar los árboles, pero hay otra que sí que se podría calificar como más científica. La muestra es, de hecho, un catálogo de árboles singulares de Euskal Herria que he ido recopilando con el paso de los años, recogiendo también sus características principales. Son ejemplares que merece la pena conocer si aún es posible ya que, en algunos casos sólo se pueden ver en fotografías, pues han sido talados. Es lo que ha sucedido con una secuoya de 40 metros que fotografié en Gasteiz y con un tejo que había en el casco urbano de Hondarribia. Ninguno de los dos existe ya.

Su búsqueda de arboles como los que componen la muestra le habrá obligado a hacer infinidad de kilómetros y a visitar bosques de todo Euskal Herria.

Empecé con esta serie hace unos doce años. Es cierto que he hecho muchos kilómetros en coche y también a pie para localizar el árbol y la fotografía que buscaba. No han faltado las ocasiones en las que he tenido que hacer más de un viaje para encontrar un árbol porque no pude localizarlo la primera vez que salí a buscarlo. También he fotografiado al mismo árbol en distintas épocas el año para mostrar su aspecto con hojas y sin hojas, lo que me ha hecho ir varias veces al mismo sitio. Han sido muchos kilómetros, sí, pero soy una persona inquieta. No me cuesta madrugar, coger el coche y caminar por el monte en busca de árboles singulares de los que he tenido noticia por unas imágenes de televisión o por Internet. Disfruto con ello.

Uno de sus trabajos anteriores, al que denominó ‘Animarbolak’, también tenía como protagonistas a los árboles. En él buscaba formas reconocibles de animales y rostros en las ramas y los troncos de los árboles. Es evidente que lo suyo por los árboles es auténtica devoción. ¿Cómo se inicio ‘Animarbolak’?

Todo empezó hace ya más de 20 años. Estaba caminando por Karakate cuando encontré unas formas que me recordaron a la cabeza de un ciervo en un árbol. Aquel hecho me llamó la atención y pensé que captar formas de rostros y de animales sugeridas por las ramas y los troncos de los árboles podía ser un proyecto fotográfico interesante. Me impulsó la idea de recoger con mi cámara lo mágico, lo misterioso, esa parte oculta que guarda el bosque y que abre la puerta a la imaginación, a los cuentos y a las leyendas. Se dice que muchas veces miramos y no vemos, y yo me esforcé por ver cosas que aparentemente estaban ocultas.

¿En qué fase se encuentra ese proyecto? ¿Sigue saliendo al monte a la búsqueda de esas formas?

Continúo con él pero lo cierto es que últimamente me esta costando encontrarlas. Donde estoy teniendo más suerte es en otro proyecto titulado Geoformas de Jaizkibel. En esencia, la idea es la misma pero no busco las formas en los árboles sino en las rocas de Jaizkibel. Al igual que sucede con mis trabajos anteriores, aúna mis tres grandes aficiones, la naturaleza, la fotografía y la montaña. Buscar esas formas peculiares me obliga a ir a zonas agrestes, pero el esfuerzo está mereciendo la pena. Estoy encontrando formas espectaculares.