Feliziano Ezkiaga ha cumplido el deseo de su padre, Bautista, al donar al Ayuntamiento de Legorreta la ikurriña del grupo de danzas Irrintzi Alai. Se trata de la ikurriña que la familia Ezkiaga-Lasa ha guardado como oro en paño desde los convulsos días de la Guerra Civil. “Mi aita quería que la ikurriña volviese al pueblo”, explica Feliziano; y es que, la bandera fue adquirida por el grupo de danzas del entonces Batzoki del Partido Nacionalista Vasco en Legorreta, a través de una colecta popular.

Según Ezkiaga, en 1932 se estableció la sección de dantzaris del Batzoki de Legorreta, dirigida por el tolosarra Zubilaga. “Para 1933 ya habían comprado la ikurriña con la aportación de miembros del partido, simpatizantes y legorretarras, y fue bendecida durante las festividades locales en la ermita de Guadalupe”, añade. Hay registros que confirman que el grupo de danzas Irrintzi Alai bailó anualmente con su ikurriña hasta el golpe militar de 1936.

Feliziano rememora: “Cuando estalló la guerra, mi aita fue al Batzoki y trajo una caja a casa. En esa caja había una serie de libros y la ikurriña de los dantzaris”. Bautista se unió al frente en Azpeitia, y pocos días después, hubo una denuncia alegando que la caja contenía pistolas. “Registraron todo: cajones, colchones... no hallaron pistolas, ni ikurriña alguna. Estaba bien escondida”, comenta. De esta manera, la bandera que representa a todos los vascos fue resguardada de la destrucción.

Como la mayoría de los habitantes de Legorreta y numerosos jóvenes nacionalistas de Gipuzkoa, el padre de Feliziano participó en la guerra y fue detenido. Tras ello, regresó a Zegama, donde vivía su hermana, ya que temía volver a su pueblo natal. No obstante, años más tarde, se casó en Legorreta y formó una familia con dos hijos, a quienes mostraba anualmente la ikurriña sobre la cama durante el Aberri Eguna. Asimismo, con emoción, Feliziano relata que antes de que su hermano partiera a estudiar inglés a Mánchester para dos años, su aita le enseñó la ikurriña. Sin embargo, la costumbre de mostrar la bandera cada año y luego volverla a esconderla provocó desperfectos en la misma.

Entrega y agradecimiento

“Era habitual escuchar a mi aita decir que la ikurriña fue adquirida con la contribución de todos, por lo que pertenecía al pueblo. Por eso, en la familia tomamos la decisión de cedérsela a Legorreta”, narra Ezkiaga. Así, este sábado se ha llevado a cabo el acto de entrega de la ikurriña al Consistorio, y por ende, el agradecimiento a la familia Ezkiaga-Lasa. Ahora, la ikurriña está a disposición del Ayuntamiento y expuesta en el Salón de Plenos de la Casa Consistorial.