Tenía siete años cuando visitó la NASA con su familia. “Mi sueño se creó en ese momento; me acuerdo que me quedé fascinada con la inmensidad del universo, las estrellas, lo desconocido del espacio, los cohetes… Lo tenía claro, cuando fuese mayor quería ser astronauta”, recuerda la arrasatearra Maite Carreras, que desde el pasado junio es una de las protagonistas de la nueva galería Engineers (Ingenieras e Ingenieros) que alberga entre sus cuatro paredes el British National Science Museum de Londres.

Se enteró hace un año más o menos de que había sido seleccionada; primero entre cinco candidatos de la empresa en la que trabaja –la británica OneWeb–, y después por el propio museo de la Ciencia, donde superó una serie de entrevistas. “No me lo creía, pero tras el impacto inicial lo vi como una oportunidad increíble”, relata Maite, que actualmente reside en la ciudad francesa de Toulouse, aunque por motivos de trabajo viaja a Londres “mínimo una semana al mes”.

Con el tiempo su deseo de la infancia de ser astronauta se fue esfumando. “A medida que fui creciendo me di cuenta de que la vida en la tierra tampoco estaba tan mal, y pensé que la mejor alternativa para alcanzar mi sueño sería estudiar ingeniería aeronáutica”, cuenta. Sin embargo, cuando empezó la universidad, allá por 2009, la crisis económica causaba estragos. “Nunca olvidaré el gran consejo que me dio un amigo de mis padres; me dijo que los dos pilares de la ingeniería son la mecánica y la electrónica, y que si estudiaba aeronáutica me iba a especializar demasiado pronto, cerrando muchas puertas desde el principio”, rememora esta joven arrasatearra, que no dudó en seguir aquel consejo, y tras comprobar que la tasa de desempleo para los graduados en ingeniería electrónica industrial era “la más baja”, se matriculó en esta especialidad. “Sé que no suena muy glamuroso, pero no me arrepiento para nada de la decisión; las puertas de la industria aeroespacial se abrieron en cuanto me gradué”, apunta Maite, para quien durante la etapa escolar la asignatura hueso de las matemáticas era “como un juego”. También se entretenía, porque le encantaba la moda, “diseñando modelitos, haciendo manualidades y construyendo legos”. “Todo lo que tuviera que ver con la creatividad y la lógica”, añade.

Más de 600 satélites

Después de seis años trabajando en la compañía francesa Airbus en el área de electrificación, le llegó la oportunidad de ingresar en OneWeb, una empresa de comunicaciones globales que está lanzando una constelación de satélites para crear un servicio de Internet de alta velocidad y baja latencia, literalmente en cualquier punto de la tierra.

“Hay más de 600 satélites de OneWeb orbitando a una altitud de 1.200 kilómetros, esto quiere decir que en cualquier parte del mundo, en todo instante, habrá como mínimo uno de estos satélites en órbita justo encima de nuestras cabezas”, recalca la ingeniera arrasatearra.

La misión de la empresa británica de la que forma parte es cerrar la brecha digital y proporcionar conectividad e Internet a un mayor número de comunidades y empresas rurales o remotas. “Imagínate poder tener conexión de alta velocidad en un barco en medio del océano, en un vuelo trasatlántico, en la cima de una montaña o en el polo norte…; es una verdadera revolución en el mundo de la comunicación espacial”, señala Carreras, que es la directora del equipo de ingeniería avanzada y tecnología de la compañía en la que aterrizó, después de que Airbus ganara el proyecto para diseñar y construir los citados 600 satélites de la primera generación de OneWeb, en 2015.

“Hasta ese momento los satélites se diseñaban de manera completamente customizada para una misión en concreto. Era la primera vez que había que optimizar costes, industrializar el diseño, usar tecnologías terrestres para que el proyecto fuera viable, reducir los tiempos de diseño para lanzar la constelación a tiempo, crear una línea de ensamblaje para satélites… Como joven ingeniera me lo pasé en grande. El límite estaba en nuestra imaginación, y junto a un equipo súper dinámico tuve la libertad de proponer y convertir en realidad muchísimas ideas”, expone entusiasmada.

En 2019 el proyecto tuvo su puesta de largo y, ahora, cuatro años más tarde la ingeniera arrasatearra tiene la oportunidad de contribuir en el empeño del museo británico por descubrir “qué personas se encuentran detrás de las invenciones”. Las exposiciones que visten las diferentes salas y las experiencias que se viven recorriéndolas son “geniales para entender todos los ámbitos de la ciencia: la medicina, la biología, la química, las industrias….”, enumera Carreras.

Felicidad y responsabilidad a partes iguales es lo que supone, en palabras de Maite, ser miembro de la nueva galería. “Aunque el mundo está cambiando poco a poco, todavía sólo un 20% de los trabajadores en la industria espacial son mujeres, y este porcentaje es todavía menor en la ingeniería de la industria. Muchísimas veces me he sentido incomprendida y sola por ser la diferente e, incluso, me he perdido en el camino sin guías que me marquen la dirección. Por eso, creo que es necesario que las nuevas generaciones puedan tener todo tipo de referentes, y si en este cometido puedo ayudar a alguien a encontrar su pasión durante su visita al museo, y sentirse identificado de alguna manera con algo de lo que se muestra en la galería, ya es un triunfo para mí”, asegura.

sentir esa “magia especial”

A sus 32 años, esta profesional de Arrasate puede decir que uno de sus sueños se ha cumplido. “He podido trabajar en la industria espacial, participar en proyectos increíbles y sentir esa magia especial cuando algo en lo que has puesto tanto esfuerzo se lanza al espacio”, destaca, a la vez que confiesa que ha habido momentos en los que ha querido abandonar, al darse cuenta de que estaba “sacrificando muchísimas cosas muy importantes: mi salud por tantas horas de trabajo, mi familia por la distancia, el tiempo con mi pareja, mis amistades porque tenía el trabajo todo el tiempo en la cabeza…”. A todos ellos les da las gracias por haber estado “siempre ahí”, y ser el pilar fundamental que ha sujetado y empujado su ilusión por los nuevos retos. Infinidad de horas invertidas en esta última década que tienen su merecida recompensa. Está disfrutando de los frutos sembrados.

“Estoy muy orgullosa de lo que he conseguido, pero quizá es hora de trabajar en un entorno que me permita concentrarme en la parte más humana, más colaborativa. Tengo muchas ideas en mente, como crear mi propio proyecto o empresa, pero para eso necesito tiempo y valentía. Estoy segura de que todo llegará a su debido momento”, manifiesta esta defensora de los sueños. “Son nuestro guía, esos que nos dan la energía para construir lo que queremos”, sentencia.