El día 30 de junio está repleto de momentos que, fruto de la emoción, erizan la piel de muchos irundarras. Uno de ellos lo constituye, sin duda, el silencio que se genera en la calle San Marcial minutos previos a la Arrancada. Este viernes ha vuelto a suceder y, como cada año, esa emotiva calma se rompió a las 7.40 horas cuando, tras el toque de corneta, el cabo de Hacheros, Juanjo Martínez, realizó el giro que da comienzo al Alarde, haciendo estallar los vítores y aplausos de cientos de irundarras.

Para muchos de ellos, el día había comenzado, en realidad, bastante más temprano. Los más madrugadores se animaron a presenciar la Alborada, a las cuatro de la madrugada, si bien el público resultó más numeroso en la Diana de Villarobledo, por la que minutos previos a las seis de la mañana también se produjo un bonito silencio.

También hubo quienes se levantaron temprano para coger sitio en las aceras, incluso quienes con el mismo fin pasaron la noche en la calle.

“Lo que sea” comentaba un grupo de jóvenes en la cuesta San Marcial, para poder presenciar “en primera fila” el inicio del Alarde. Igual que en sus rostros y en los de las cientos de personas que se encontraban en esa calle, la alegría y la ilusión se reflejaban ya en las sonrisas de las diecinueve cantineras al dar sus primeros pasos.

Tras la Arrancada, y para cuando todas las unidades y compañías llegaron a San Juan, el Estado Mayor partió en busca del General, Paco Carrillo, que minutos después entró en la plaza al galope. Una vez se reunió con el Comandante, Rubén Fraile, el General saludó hacia el balcón consistorial, donde se encontraba el alcalde, José Antonio Santano, junto a varios ediles socialistas, así como integrantes de otros grupos municipales, como Xabier Iridoy (EAJ-PNV) o Iñigo Manrique (PP).

Ya en la plaza, y con ayuda del Cornetín de Órdenes, Lauren Etxepare, Carrillo hizo llamar a los capitanes y jefes de unidad, a quienes dirigió unas palabras: “Ha llegado nuestro día. El de este año va a ser un Alarde memorable, y lo tenemos que hacer así, porque el compromiso con nuestra gente nos lo exige”, les dijo.

Cumpliendo la tradición, la compañía Bidasoa atravesó después los arkupes del Ayuntamiento para recoger la bandera de la ciudad, una responsabilidad que este año ha asumido por primera vez Igor Rekarte.

A continuación, el General ordenó tres descargas de infantería y el desfile volvió a partir hacia el Juncal, en un recorrido corto pero igualmente abarrotado de gente.

A las puertas de la parroquia, y ya con el sol brillando en el cielo después de una madrugada de lloviznas, además de realizarse nuevas salvas de infantería, se recogió la réplica del pendón eclesiástico, que representa al ya extinto cabildo que antiguamente renovaba el voto a San Marcial. En esta ocasión, su portador fue Roberto Martínez, integrante de la compañía Santiago.

Desfile del Alarde Tradicional de Irun

Desfile del Alarde Tradicional de Irun Iker Azurmendi

Último año para el general Durante la parada en la plazoleta del Juncal, algunas cantineras compartían entre ellas sus impresiones acerca de los primeros momentos del Alarde. Por ejemplo, Patricia López Alfonso (Olaberria) comentaba que “la Arrancada ha sido una pasada, y la bajada de la Iglesia nunca la había visto pero desde dentro me ha parecido increíble. Me habían comentado que todo es increíble, pero hasta que no lo vives y ves cómo se vuelca la gente, no lo puedes ni imaginar. Me estoy sorprendiendo, yo tenía muchas ganas de la calle Mayor por la tarde, pero me está impresionando todo”.

Por su parte, Maite Cañas, cantinera de Lapice, aseguraba que “la gente te lleva, es súper emocionante e impactante, no hay palabras para describirlo. También me ha emocionado mucho ver a mi familia en la bajada de la Iglesia, cómo me gritaban, la ilusión en sus caras... Es impresionante”.

En la misma línea, Nahia Arana Bereciartua (Tamborrada), aseguraba que “el día ha comenzado muy bien, me ha encantado el momento en la plaza San Juan y la bajada a la Iglesia, con las campanas.... Ha sido todo mucho más de lo que esperaba, más emotivo, más sentido, más especial... Una pasada”.

Además, Paco Carrillo, se declaraba muy contento “por cómo va el día, por cómo ha sido la entrada a San Juan y por ver que la gente está disfrutando. Estamos haciendo el Alarde que el pueblo de Irun quiere y eso te llena de orgullo”. Respecto al hecho de que el de ayer fue su último Alarde como General, dado que ya ha cumplido ocho años en el puesto, relató que ”la pena todavía no me ha entrado, ahora estoy con el subidón de la mañana, por la tarde igual es otra cosa…”.

Alegría y solemnidad

Tras reanudarse el Alarde y realizar el resto del recorrido hasta la calle Santa Elena, llega el momento de subir a San Marcial. No falta la romería, que ayuda a crear un ambiente de alegría para ese momento en el que muchas familias y grupos de amigos disfrutan en las campas de un buen hamaiketako.

A media mañana, los hacheros, la Banda de Música y el Estado Mayor, así como el resto de mandos y cantineras, volvieron a formar para dirigirse hacia la ermita de San Marcial, donde cada 30 de junio, y en una atmósfera ya más solemne, se renueva el voto y se realiza la ofrenda floral.

La fiesta sigue por la tarde

Un merecido descanso para comer hace que, por la tarde, los irundarras retomen el Alarde, en el que este año han desfilado 6.845 personas, con fuerzas renovadas. Este arranca a las 18.25 horas en la calle Santa Elena, en dirección a la parroquia del Juncal, donde se devolvió el pendón. Desde allí continuarán hacia el Paseo Colón, la Avenida de Gipuzkoa, la calle Artaleku y la tan esperada calle Mayor. Ya sea porque el día se está acabando, o porque el público se implica tantísimo en este tramo, las lágrimas resultan habituales en la última bajada, tanto en las aceras, como dentro del Alarde.

Finalmente, las compañías y unidades llegarán a San Juan, para devolver la bandera de la ciudad y romper filas. Después, cada una realiza su propio recorrido hasta sus respectivos barrios, en un ambiente de sentimientos encontrados entre la alegría por haber disfrutado de una jornada tan especial y la nostalgia de tener que esperar 365 días para volver a vivirlo.