Cada vez es más la gente que viaja en furgoneta, pero pocos se atreven a hacerlo tan lejos y para tanto tiempo como la zumarragarra Helena Bilbao Askasibar. Esta joven ha viajado por Nueva Zelanda durante siete meses.

A Bilbao le gusta mucho viajar y conocer otras culturas. Estudió Magisterio y fue a Bali con una beca del Gobierno Vasco. Trabajó durante seis meses en una escuela internacional en la que los niños aprenden mediante juegos, en plena naturaleza. Posteriormente, trabajó durante seis meses en una guardería de Irlanda. Tuvo que volver a casa a causa de la pandemia.

Tenía claro que algún día viajaría a Nueva Zelanda y acaba de cumplir su sueño. “Es un país que tenía en mente desde hace tiempo. Cuando viajas, compartes tus experiencias con otras personas. Todos me decían que Nueva Zelanda es un país con una naturaleza impresionante y, como me gusta mucho el monte, decidí dar el paso. Fui con dos amigas y en algunos momentos hemos separado nuestros caminos”.

Ha vivido durante siete meses en una furgoneta. “Muchos de los que van a Nueva Zelanda a pasar una temporada larga, compran una furgoneta al llegar y la venden al volver. Te ofrece la oportunidad de viajar por el país. Me he movido mucho. La mitad del tiempo he estado trabajando y la otra mitad viajando”.

Ha trabajado en una empresa distribuidora de kiwis y en un bar. “Me arreglo bien con el inglés, pero trabajar en un bar ha sido todo un reto. He disfrutado mucho y he conocido mucha gente”.

Gente agradable

Destaca que en Nueva Zelanda es muy fácil cambiar de trabajo y la gente es muy generosa. “Todo el mundo se ha mostrado dispuesto a ayudarnos. Son muy humildes”.

Y los parajes naturales son impresionantes. “Se hacen muchos kilómetros sin ver apenas a nadie: algún granjero, vacas, ovejas y prados. Fuimos a ver un glaciar impresionante y no había nadie más”, comenta.

Afortunadamente, el país está muy bien preparado para viajar en furgoneta. Y en los montes hay cabañas para que los montañeros puedan pernoctar. “Todos los caminos están muy bien marcados, para que nadie se salga. Cuidan mucho la naturaleza. No he visto un solo plástico en el monte y cuando llegas te tienes que limpiar las suelas para no alterar el ecosistema”.