Al urretxuarra José Ramón Agirre le encanta la bicicleta. Cuando las de montaña llegaron a Euskadi compró una y desde entonces no ha parado. Las ha probado casi todas. Y las tiene todas guardadas. Junto con algunas que utilizaron sus hijos y sus hermanos, alguna otra que ha encontrado por ahí…

Desde niño, la bicicleta ha sido su pasión. “En casa había una Abelux de niño, pero se le gastaron las cubiertas, mi padre no encontró otras del mismo tamaño y no pude utilizarla. Me dio mucha pena”. Así, su primera bicicleta fue una BH plegable (de esas que hubo en todas las casas). Con ella aprendió a andar en bicicleta. “Era de todos los hermanos”, recuerda.

Cuando tenía 15 años, en Reyes, su padre le regaló otra. “Fue una sorpresa y me llevé una gran alegría. Era una Rabasa Derbi. Era como la de los corredores, pero con ruedas más pequeñas, con un único platos y con cuatro piñones. Era muy pesada. El modelo era Sólida. Ya lo creo que Sólida… Uno de mis hermanos tenía una Zeus y era mucho más ligera”.

Durante la juventud, como otros tantos, dejó de andar en bicicleta. Cuando llegaron las de montaña, volvió a retomar su afición. “En 1989 compramos una Peugeot entre todos los hermanos. Andábamos a turnos. A mí me tocó el sábado”. Un par de años después, compró su propia bicicleta. “Es de la marca Nuere Anlen. Es una marca muy rara, pero es una bicicleta muy buena. Tiene la misma geometría que las que se utilizaban para la competición”.

Dos años más tarde se compró una Klein. “Es una bicicleta impresionante. Anduve 10 años con ella. Son muchos años para una bicicleta de montaña, pero es que es una maravilla. Era antes de que nacieran mis hijos. Iba todas las tardes al monte. La limpiaba y quedaba como nueva”.

Pero el tiempo no pasa en balde y en 2003 decidió comprar una bicicleta más acorde a sus necesidades de aquella época: una Sunn con doble suspensión y frenos de disco. “Es una bicicleta muy juguetona, pero la Klein era mejor para subir”.

Su siguiente bicicleta fue una del mismo tipo. La compró hace nueve años. “La Sunn se quedó anticuada y compré una Orbea Occam”. Pero a los cuatro años apareció en su vida la bicicleta que le ha cautivado definitivamente: la fat bike (bicicletas con cubiertas muy anchas). “Estaba muy a gusto con la Orbea, pero cuando vi la primera fat bike, me dije que esa era mi bicicleta. Así es”.

Se ven pocas fat bike, pero el lo tiene claro. “Puedes pasar por cualquier sitio: entre piedras, por el barro, por encima de las raíces”. Tiene dos fat bike. Una de ellas, con doble suspensión. “En un vídeo vi una con doble suspensión y me quedé perplejo, pues no suelen tener sistema de suspensión: su suspensión son las ruedas. Si solo con las ruedas pasas por todas partes, imagínatesi sumas la doble suspensión… La del vídeo era una Salsa, pero el distribuidor está en Madrid y me dijo que no tenía ninguna con doble suspensión. Vi que Trek también tenía una y conseguí una de las 50 que habían enviado a Europa”.

No se ha arrepentido. “Es una bicicleta muy pesada. Pesa 17 kilos. Para subir es muy mala, debido a su peso, las ruedas y la suspensión. Pero lo que te da en las bajadas en impresionante. Con esta bicicleta empecé a hacer enduro. Es un deporte en el que tiene un tiempo límite para llegar arriba y solo se cronometra la bajada. He tomado parte en dos pruebas y he hecho tercero y quinto en mi categoría (mayores de 50 años)”.

Está muy a gusto con su fat bike, pero ya se ha hecho con una más. La que le faltaba. La que está de moda. La eléctrica. “Esta Scott eléctrica era de mi hermano. Tiene cinco años y se ha quedado un poco obsoleta, por lo que ha comprado otra. Una Orbea Rise. Se trata de una eléctrica más ligera de lo habitual, con un motor que no tiene tanta fuerza, una batería más pequeña y ruedas más grandes. Las bicicletas eléctricas te ofrecen la oportunidad de andar sin cansarte tanto y eso es muy importante para los que vamos avanzando en edad”.

Además, tiene dos bicilcetas que su mujer y él utilizan en vacaciones. “Mi mujer tenía ganas de ir al cabo de Gata, pero me daba mucha pereza ir en coche. Le propuse en bicicleta y aceptó. Hicimos 3.140 kilómetros en 50 días con dos bicicletas de la marca Ortler, ideales para viajar: cómodas y, al mismo tiempo, eficientes”.

De todas esas bicicletas, su favorita es la Klein. “La fat bike es con la que ando más a gusto, pero la Klein es muy especial. Hace 30 años tenía ya cableado interior y potencia y manillar en una única pieza. Además, es ligera. En las pruebas del campeonato del mundo la utilizaban”.

Pedalear es para él casi tan necesario como respirar. “Utilizo la bicicleta para ir a trabajar, ir con los amigos al monte, ir de vacaciones… En lo que respecta al tiempo libre, la bicicleta me lo ha dado todo”.