Amparo Arrizabalaga, además de trabajar en la organización de las tamborradas y de la cabalgata de Reyes, ha colaborado en la Pastoral de la Salud y ha tenido varios niños en régimen de acogida. Comenta que heredó de su madre, la urretxuarra Juanita Arbulu, el afán por ayudar al prójimo.

Comenzó a trabajar en la organización de las tamborradas de la mano de su marido, Josetxo Andueza. “Mi marido era el presidente de la asociación de antiguos alumnos del colegio La Salle-Legazpi. La asociación Oargi dejó de organizar la tamborrada y el testigo lo cogió la asociación de antiguos alumnos del colegio La Salle-Legazpi. Después, Oargi dejó también la organización de la cabalgata y el testigo lo cogió también la asociación de antiguos alumnos de La Salle-Legazpi. Cogimos la tamborrada hacia 1979 y lo he dejado este año”.

Añade que son una familia. “No somos muchos, pero somos como una familia. Llevamos muchos años juntos y nos arreglamos muy bien. De ahora en adelante, será Maite del Barrio la que se encargue de las tamborradas y la cabalgata. El padre de Maite, Félix, murió a comienzos de año. Nos ayudaba mucho y le echamos en falta. ¡Él sí que merecía un homenaje! En las tamborradas de este año hemos llevado lazos negros en su memoria. Poco antes de fallecer, les pidió a sus familiares que siguieran trabajando en la organización de las tamborradas. Su viuda, sus dos hijas, el hijo y los nietos trabajan en la tamborrada. Es de destacar y de agradecer”.

Mucho trabajo

Hay que tener en cuenta que organizar estos eventos exige mucho trabajo. “En el caso de las tamborradas, hay que arreglar los trajes y los tambores, ensayar, probar los trajes... Los días de ensayo, solemos estar de 18.00 a 21.00 horas en el local de ensayo. Eso no lo ve nadie. El trabajo que realizan los voluntarios en las distintas iniciativas del pueblo no se agradece como es debido. Me gustaría que, por lo menos, los vecinos participaran en la tamborrada. Es lo mínimo que merecen los organizadores. Si queremos que las fiestas tengan éxito, debemos participar”.

Reconoce que, además de trabajar duro, lo ha pasado bien. “He disfrutado mucho”. Y han vivido muchas anécdotas. “¿Sabes que nunca hemos dejado de celebrar la tamborrada a causa de la lluvia? Por otro lado, antes la tamborrada iba hasta la estación. Concretamente, hasta el puente de Isabel. Media tamborrada se ponía en el lado de Zumarraga y la otra mitad en el lado de Urretxu. ¡Tocábamos la marcha de Zumarraga en Urretxu! Le solía decir a Josean Mendizabal a ver cómo podía hacer eso...”.

La tamborrada de Zumarraga se ha escuchado en Urretxu... e incluso un poco más lejos. “De la mano de la tamborrada, hemos hecho también un poco de turismo. Estuvimos, por ejemplo, en Fuengirola. Nos gustaba dar las gracias a los colaboradores y organizábamos comidas. Un año, fuimos a Sevilla. Y con los que participaban en el belén viviente de la cabalgata, solíamos ir al Parque Infantil de Navidad de Bilbao. La gente que ayuda merece un premio”.

Añade que la cabalgata da menos trabajo que las tamborradas. “Los responsables somos los de la asociación de antiguos alumnos, pero las sociedades gastronómicas también realizan diversos trabajos”.

Pide a la gente que participe en las iniciativas locales. “Cada vez hay menos gente dispuesta a participar. Pido a la gente que participe. Y si vienen a ayudar en la organización, mejor que mejor. Necesitamos gente joven. Por otro lado, creo que los colegios deberían implicarse más en la tamborrada infantil”.

Otras iniciativas

Además de en las tamborradas y en la cabalgata, ha participado en diversas iniciativas de carácter social. “Cuando empezó el problema de la droga, un médico vino a dar una charla. Nos preguntamos qué podíamos hacer y en 1986 abrimos la ludoteca. Abríamos los sábados y domingos, de 16.00 a 21.00 horas. Los niños tenían un sitio donde estar. El concejal Juanjo Sagarna nos ayudó mucho. Aquellos niños de la ludoteca, ahora son padres de familia y sus hijos participan en la tamborrada. Vienen a saludarme y me recuerdan anécdotas relacionadas con la ludoteca. Es el mejor premio que puedo recibir. La conducta del Ayuntamiento es distinta. A veces parece que los voluntarios estamos obligados a seguir trabajando. Es una pena. El Ayuntamiento debería tener un poco más de consideración con los voluntarios. Eso sí, tenemos que reconocer que nunca nos ha faltado ayuda económica”.

Arrizabalaga ha colaborado también con la Pastoral de la Salud. “He pasado muchas noches en el hospital, con los enfermos. También he ayudado a personas con drogodependencia. Y traje a niños rusos a pasar el verano aquí. Traíamos a niños con problemas, a través de una asociación vizcaina. También tuvimos en casa a niños que estaban bajo la tutela de la Diputación Foral de Gipuzkoa. Estuvieron dos o tres años en nuestra casa, de acogida. He tenido mucha suerte, pues mi marido me ha permitido hacer todo lo que he querido. Es más, él también ha participado en todas las iniciativas en las que me he embarcado”.

Ahora, con 76 años, se toma la vida con un poco más de tranquilidad. “No tengo grandes aficiones. Por las mañanas salgo a pasear y por las tardes tomo un café con mis hermanas. Podría hacer más cosas, pero tengo ya 76 años. ¡Si fuese más joven, pondría al pueblo en danza! Estoy muy contenta, porque los jóvenes recuerdan lo que hemos hecho. En los primeros años de la ludoteca, se reunían más de 100 niños y niñas en el local. Hemos trabajado muy a gusto y hemos sido muy felices”, concluye. l