Cuán valioso es aburrirse y perder el tiempo, esos momentos en el que sencillamente no se hace nada. La pérdida de tiempo, poder aburrirse, se encuentra en peligro de extinción a causa, en parte, de todos los estímulos externos y artificiales a nuestro alcance. De ese tiempo libre surgen las mejores ideas, gracias a poder dedicarse a pensar un rato.

Muchos niños de hoy en día (también padres, abuelos...) viven pegados a una pantalla; comen mientras observan el móvil y se abstraen de la realidad hasta tal punto que llega a atemorizar cuando se proyecta un posible escenario futurista dentro del imaginario.

Con el objetivo de enseñar a los jóvenes un uso correcto de la tecnología y de aplazar la entrega de los smartphones, un grupo de padres de la escuela Salbatore Mitxelena de Zarautz creó hace dos años la iniciativa Guk Aukera, Guk Hamasei (Nosotros elegimos, nosotros dieciséis). Surge a raíz de observar el vínculo entre los menores y los nuevos smartphones y de la preocupación por el uso y contenido de las redes sociales. Poco a poco, se percataron de que estos hábitos iban a suponer un problema a corto y a largo plazo. Crearon un decálogo con diez normas como, por ejemplo, silenciar las notificaciones, saber que el móvil es de los padres...

“Yo he sido padre con 40 años. Tenía muchos amigos que ya eran padres antes que yo y cuando quedábamos todos para comer en la sociedad o hacer otro tipo de cosas con los hijos notaba cómo siempre tenían trifulca con ellos porque no dejaban el móvil”. Son palabras de Asier Urzelai, uno de los padres que participa en la iniciativa.

“Yo siempre les hacía la misma pregunta: ¿Tú querías comprarle el móvil? Me decían que no. Entonces volvía a preguntar: ¿Y por qué se lo compraste? Todos me respondían algo parecido: Porque lo tienen todos, por no ser el último, para que no se queden excluidos... Al final te das cuenta de que es por presión social”, explica con preocupación Urzelai.

Miren Ros, educadora familiar y una de las fundadoras de la iniciativa, participa también en un proyecto denominado Bidelagun (www.bidelagun.eus) donde según apuntan en su web, por encima de todos los estudios, la maternidad y las vivencias y charlas con otros padres han sido las razones más importantes para sacarlo adelante.

“Al principio los padres que ya habían comprado un móvil al hijo con once o doce años decían que al que venía detrás había que dárselo a la misma edad. El discurso está cambiando, al menos eso estoy escuchando en otros centros. No quieren repetir el mismo error dos veces. Eso será por algo”, comenta esperanzada Ros.

Son conscientes de la dificultad que conlleva este tema, hasta hace poco un asunto trivial y que ahora sale a la luz con la aparición continua de episodios que reflejan la dependencia que pueden generar las redes sociales o los videojuegos. Los jóvenes aún no comprenden del todo lo que son las relaciones; y el impacto de los teléfonos móviles y redes sociales en las relaciones interpersonales es notorio. Esto es, “si yo a Asier le digo en persona que no me ha gustado algo que me ha dicho, él ve mi cara y yo veo la suya, escucha mi tono y yo el suyo”, dice Ros. A eso le añade Urzelai que “hasta entre adultos también nos pasa. Cuántos mensajes habremos entendido mal y nos habremos enfadado por una chorrada”.

La valentía aflora tras la pantalla y se dicen cosas que no se dirían a la cara. “Mi hijo una vez le hizo un vídeo de felicitación a un amigo que era su cumple. Le vimos por la calle, le dije que le felicitara y dijo que no, que ya le había felicitado”, dice Urzelai con un tono de incredulidad.

Es vital trabajar mucho este asunto, enseñando a los niños lo que es Internet, qué se vende en las redes sociales y sus propias dinámicas... “Muchos padres tienen pereza o directamente desconocen lo que puede generar el uso de las redes sociales en la gente joven, pero eso no es una excusa para dejar de mirar lo que ven los hijos. Se suelen atemorizar un poco cuando les dices que el hijo puede estar consumiendo pornografía desde su teléfono. Queremos crear conciencia y hay muchos temas por los que empezar”, comentan ambos.

Los niños son un reflejo de lo que hacen los padres y ven en Internet. Urge reflexionar sobre los efectos negativos que puede producir el consumo excesivo de las tecnologías, y ofrecer las claves para hacer un uso responsable.