El estruendo de los cañones y escopetas volvió a dejarse sentir ayer en las calles de Antzuola. Tres años después de su última representación, el Alarde del Moro regresó por la puerta grande. Entre pólvora y sonrisas, el rito de autoafirmación de la comunidad an-tzuolarra, que revive los hechos acontecidos durante la batalla de Valdejunquera el 26 de julio del año 920, ofreció todos sus ingredientes.

Los y las fusileras disparan sus escopetas en la recta final de la representación del Alarde.

General, moro, fusiles, desfile, dan-tzaris, los bertsos del bardo urretxuarra Iparragirre… Todos los elementos de la puesta en escena dieron cuerpo a la escenificación. Sus protagonistas aguantaron estoicamente el calor infernal que azotó ayer, al igual que el numeroso público que se agolpaba en la Plaza para disfrutar del acto más especial de las fiestas de Antzuola.

Las dantzas dan también colorido a la escenificación.

Edurne Iturbe, la capitana de la milicia, pasó revista a fusileros y gastadores. Antes de que sonaran los cañonazos y salvas de fogeo a las órdenes de la oficiala, desde su montura el general abrió la arenga que desde 2011 se interpreta en euskera antzuolarra, fruto del proceso iniciado dos años antes por el que esta vetusta exaltación local se renovó y rejuveneció la escenografía siguiendo criterios del siglo XXI. Después llegó la rendición de Abderramán III, dentro de un episodio que toma cariz de respeto entre culturas y religiones.

La viuda y los hijos en el homenaje a Gorka Garitano.

En los últimos compases se vivieron momentos emotivos con el homenaje a Gorka Garitano, fallecido en mayo de 2020, que desempeñó diferentes funciones en el Alarde, y la despedida, en forma de agradecimiento, de Juan Carlos Gómez como rey moro, papel que ha encarnado desde 2009.