racias a una donostiarra y a una madrileña, el arroz se ha convertido en algo más que un sustento nutricional básico para los habitantes de la región de Casamance, al sur de Senegal. Mariana Santos y Bea Mogrodejo han creado la marca Emanai (arroz en el dialecto de la zona), bajo la que reciclan los sacos de arroz transformándolos en accesorios de tela como bolsos y carteras. Un proyecto con el que ahora confían poder contratar a dos mujeres senegalesas para su confección y que repercutirá por partida doble en la población local: por cada venta se donará arroz.

Tanto Mariana como Bea combinan desde hace tiempo su vida entre Senegal y Donostia. Mariana está casada con un senegalés y vive allí buena parte del año, mientras que Bea lleva a cabo diferentes proyectos culturales que le hacen pasar varias temporadas en África. Precisamente, uno de estas iniciativas, la confección de pequeños elementos textiles, es la que dio origen a Emanai. “Bea empezó a coser como hobby, pero llegó un momento en el que empezó a coser y coser tanto que le dije que si estaba dispuesta a ir más allá con ello, podíamos intentar algo”, explica Marina.

Esta donostiarra abrió hace cuatro años un pequeño hotel en Diakene Ouloff, un pueblecito con menos de 1.000 habitantes, al que le sumó una casa de cultura para la población local a la que acuden diferentes turistas y profesionales para ofrecer talleres. Uno de ellos corrió a cargo de la creadora Laura Peseta, que enseñó a coser a las mujeres de la zona. “Tenía la idea de que podíamos usar los sacos de arroz como telas con las que crear pequeños complementos que respetasen la cultura local. Como era algo propio de allí, tenía todo el sentido del mundo que los cosieran las propias mujeres del lugar”, cuenta Bea.

De este modo, estos artículos, principalmente bolsos y carteras, empezaron a ser adquiridos por amigos y familiares de estas dos mujeres, yendo las ganancias correspondientes a parar a la población local. Se había abierto una ventana con la que ayudar y dotar de nuevos recursos a esta comarca, por lo que decidieron dar un paso adelante haciendo realidad el proyecto a través de un crowdfunding crowdfundingcon el que conseguir las máquinas de coser necesarias y poder contratar a dos senegalesas. “Las mujeres que aprendieron a coser en el taller tienen una vida y no pueden dedicarse a trabajar ocho horas diarias al tener que sacar adelante a una familia”, explican las ideadoras de la iniciativa.

En tan solo doce días el proyecto ha conseguido el óptimo, pero la campaña sigue abierta con el objetivo de recaudar más fondos con los que poder comprar un mejor material. “Cuanto más podemos aportar, más beneficio podremos darles”, puntualizan.

arroz por cada venta

Mariana y Bea no querían ser “las protagonistas del proyecto”, por lo que tenían claro que debían de dotarle de un fin social al mismo, para el que pensaron, cómo no, en el arroz. Por cada accesorio y complemento que se venda se hará entrega de una cantidad de arroz correspondiente a la población, que pasará previamente por el rey animista y jefe espiritual de la región, quien se encargará de repartir el alimento según cada necesidad. “Solemos tener la costumbre de querer que ellos se adapten a nosotros, cuando nosotros deberíamos preservar su tradición”, explican, apuntando que este reparto también se aplica a las aportaciones al crowdfunding, lo que les ha permitido ya conseguir 600 kilos de arroz para entregar.

La preservación por su cultura también se aprecia en los propios complementos que diseñan, todos ellos basados en la tradición de las diferentes tribus de la zona. Algo muy importante para estas dos mujeres, fundadoras de la asociación cultural Ekol Senegal, desde la que realizan diferentes proyectos de turismo cultural responsable y sostenible, que ahora, como consecuencia de la pandemia, se encuentran en stand by.

La pandemia allí es económica”, revelan, explicando que el covid apenas ha hecho acto de presencia en Senegal. “El bicho no se ha notado y no hay mascarillas, pero tampoco turismo. Allí no hay ayudas y está siendo duro”, cuentan.

A ambas el confinamiento les pilló allí -Mariana pudo regresar a Donostia desde Gambia- y Bea ha vuelto ahora tras 20 meses seguidos allí. Ella volverá a África en tres meses para poner en marcha el proyecto físico, mientras su compañera se encargará de la parte logística y de marca desde Gipuzkoa. Las dos se han convertido en parte de la familia de este pequeño pueblo y ahora, a través de Emanai, tratarán de agradecérselo.

“Pensé en usar los sacos de arroz como telas con las que crear pequeños complementos”

Creadora de Emanai

“La pandemia en Senegal es económica. No hay turismo y no tienen ayudas”

Creadora de Emanai