n Urretxu había un lugar que se parecía bastante al infierno: la fundición de Kaminpe. La construyó la empresa Esteban Orbegozo en los años 70 y era la sección de la fábrica en la que más duro era trabajar. Todos los vecinos de Urretxu y Zumarraga conocían qué se hacía en Kaminpe. Y se colaba en las conversaciones con asiduidad: que si había habido un accidente, que si los vecinos del barrio Aparicio estaban hartos de los ruidos y de la porquería, que si el Ayuntamiento había presentado una queja... Orbegozo pasó a manos de Marcial Ucín, Ucín a manos de Aceralia, Aceralia creó Arcelor, Arcelor se unió a Mittal y ArcelorMittal cerró la planta de Zumarraga en 2016. Desde entonces, el gran dragón ya no echa fuego por la boca. Pero su presencia sigue intimidando. Sirva este reportaje de homenaje a todos los trabajadores que se acercaban a la boca del dragón para fundir la chatarra.

Uno de los vecinos que puede hablar de Kaminpe con conocimiento de causa es Ángel Mendiola, pues trabajó allí. De hecho, empezó a escribir la historia de la fábrica con la intención de publicar algún día un libro. "Empecé a trabajar en la empresa Orbegozo en mayo de 1974. Kaminpe se empezó a construir en 1975. Antes de ir a Kaminpe pasé por el taller mecánico. Tras pasar por laminación, en 1978 me llevaron a Kaminpe a echar una mano porque había mucho trabajo. Y allí me quedé. Pasé 35 años allí. Me encargaba del mantenimiento mecánico, hidráulico, neumático... Entonces se hacía un poco de todo. Si había que montar una máquina nueva, tenías que hacer tú la cimentación. Había que saber un poco de todo".

Fue el encargado de Kaminpe. "Era el responsable de que estuviera todo en buen estado y de que se sacara la producción estipulada, recibía broncas de la dirección... El que está entre la dirección y el obrero es el que más golpes se lleva".

Hasta que se hizo Kaminpe, el acero se fundía en los hornos Siemens. "Funcionaban con fuel oil y la producción no era muy grande. Los hornos eléctricos producían más con menos gasto. En Kaminpe, cada dos o tres años se ponía un horno más grande. Se empezó con uno de 15 toneladas y se acabó con uno que sacaba 160 toneladas por hora. Cogíamos 220.000 voltios de la línea que venía de Abadiño y se transformaba a 38.000 en la central de la fábrica. Se llegó a trabajar a cinco relevos, para que la fábrica no parara nunca. Seríamos unos 120 los que en aquella época trabajábamos en Kaminpe. Casi todo estaba automatizado. La tecnología era muy buena. El último horno llevaba las mismas válvulas que lleva el Boeing 747 en los alerones para poder volar".

En Kaminpe se fundía la chatarra, se llegaba a la composición del acero requerida y se hacía la palanquilla para llevar a los trenes de laminación. "Era un trabajo sucio y ruidoso. Es raro que no esté un poco sordo. Había que manejar grandes toneladas y a nada que el gruísta se descuidaba un poco con el cestón de 40 toneladas, montaba una gorda. Allí todo era a lo bestia. Había peligro, por supuesto. Para fundir la chatarra y el acero había que llegar a 1.600 grados de temperatura y eso no es broma. Las paredes y las bóvedas del horno se refrigeraban con agua y si había una fuga de agua y se juntaba con el acero... Si el agua cae encima del acero no pasa nada, pero si hay humedad debajo y el acero líquido cae encima, se genera una evaporación tan violenta que provoca una explosión muy peligrosa. Ese es el mayor peligro de las fundiciones. No hubo muertos por explosiones, pero sí porque a alguno se le cayó algo encima".

Mendiola recuerda que el horno de Kaminpe llevaba las mismas válvulas que el Boeing 747 y del mismo salían 160 toneladas cada hora

Los hornos se refrigeraban con agua y las fugas eran muy peligrosas, pues el agua podía provocar explosiones al contactar con el acero