- Alejandra Pascual, de 37 años, es una de pocas mujeres trabajadoras de la limpieza diaria de Donostia, donde prestan sus servicios una media docena de féminas. Tras diez años dedicada a esta profesión, encuentra estos días aspectos positivos en el desempeño de sus tareas. Ataviada con su traje de protección, limpia las manillas de los contenedores, las papeleras y los ascensores públicos repartidos por la ciudad y se da cuenta de que los ciudadanos agradecen su trabajo. “La verdad es que me gusta más el trabajo ahora porque te das cuenta de que estás haciendo también una labor social y la gente lo agradece”, dice la especialista, que habitualmente es conductora de maquinaria de limpieza pero en estos momentos está destinada a la desinfección a mano“.

“Si estoy limpiando un contenedor y viene alguien, lógicamente lo abro y, sobre todo los mayores, me dan las gracias continuamente”, destaca esta limpiadora. “Antes éramos invisibles y ahora todo lo contrario”, dice, para añadir que no tiene miedo de contagiarse y cree que “la positividad es lo último que hay que perder en estos momentos”.

Alejandra recuerda que, hasta la pandemia, “San Sebastián era un jungla y para poder pasar con una máquina de limpieza viaria te las veías y te las deseabas, pero ahora es todo lo contrario y trabajamos más relajados porque estamos solos”. Hay alguna excepción, como los ascensores, ya que a veces entra público cuando están limpiado y hay que guardar las distancias.

Oscar García lleva 35 años trabajando en la limpieza viaria de Donostia con la empresa FCC y reconoce que nunca hubiera pensado que llegaría a prestar su servicio en las actuales circunstancias, con un cuidado muy especial que empieza ya desde el inicio de su jornada. “Lo primero que hacemos cuando llegamos a la sede de Martutene es limpiar la taquilla, limpiar el teléfono de la empresa y la máquina que vamos a utilizar. Después, nos ponemos el traje de protección, con los guantes, gafas y mascarilla y a la calle”, explica este operario, que repite la operación a la inversa cuando termina su jornada y luego se ducha al llegar a casa para evitar peligros.

“Yo sé lo que hago yo, pero no lo que hacen los demás y por eso es mejor prevenir”, recalca el especialista que, sin embargo, reconoce que sale a la calle sin temor. “No tengo miedo, pero sí precaución”, explica el limpiador, que, tras mes y medio de confinamiento, sigue sorprendiéndose cuando se encuentra en la madrugada en mitad del paseo de La Concha sin ninguna persona a la vista.

“A veces, a las siete de la mañana estoy ahí, totalmente solo y parece que ha habido una bomba nuclear”, dice el trabajador. “Se escuchan los pájaros por la mañana y pareces el único habitante de la Tierra”, añade el operario, que lleva años iniciando su tarea a las cinco de la mañana, para lo que a las tres y pico ya se tiene que levantar de la cama.

Oscar García se muestra satisfecho de que FCC les haya anunciado que va a proporcionarles mascarillas “de las buenas” también para sus familias y opina que las empresas deberían hacer tests a sus trabajadores para un mejor control de las plantillas y de la propia pandemia.

Esperando que afloje el virus, Oscar, Alejandra y los demás cumplen estos días sus siete horas y siete minutos de jornada de modo seguido, sin media hora de almuerzo, para salir antes hacia casa.

“No tengo miedo pero sí precaución porque no sé cómo se protegen los demás”

“De madrugada oímos pájaros en la ciudad y te crees el único hombre sobre la Tierra”

Operario de limpieza viaria

“La gente agradece que estés limpiando los contenedores y se los abras cuando llegan”

“Antes éramos invisibles por las calles y ahora nos pasa todo lo contrario”

Limpiadora viaria