odos sabemos que el café es una bebida estimulante que además de mantenernos despiertos activa nuestro cuerpo y mente y nos ayuda a estar alerta. Hay incluso quien afirma que es un eficaz antioxidante que contribuye, además, a quemar grasas y paliar los dolores de cabeza leves. También se habla, claro está, de sus efectos negativos sobre los nervios y el sueño. Sea como sea, el café cambió la vida de Guillermo Gutiérrez, electricista beasaindarra que en la crisis de los 80 se vio en la calle sin saber qué rumbo dar a su vida.

Guillermo, afortunadamente, es un hombre social, así que echó mano de los amigos en una cena de cuadrilla en una sociedad en la que realizaron, cuando todavía no se había extendido el uso de este término, un brainstormingY uno tuvo la ocurrencia de sugerirle abrir un tostadero de café.

"Me fui a la cama dándole vueltas a la cabeza y al día siguiente me puse en contacto con La Casa del Café, que era la empresa más potente en aquellos tiempos. Para nuestra sorpresa, el propietario, Juan Iriondo, me recibió como si fuera mi padre, me trató exquisitamente y me dio mil consejos. Se dio la circunstancia de que en aquel tiempo se trasladaba a Oiartzun, así que aproveché para comprarle el tostador con el que él inició su labor y que nosotros hemos utilizado durante 40 años. Juan tuvo el detalle de enviarnos a sus chicos para que nos enseñaran a tostar el café... Fue todo amabilidad. En correspondencia, estuve muchos años comprándole el café, aunque nunca nos exigió nada y a día de hoy contamos con nuestros propios proveedores. Fue una colaboración muy satisfactoria y siempre le estaré muy agradecido".

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Así fue como Guillermo, sin ser un gran aficionado al café, se embarcó en esta aventura en la que le siguió incondicionalmente su mujer, la ataundarra Mª Kruz Etxeberria, que sigue siendo una pieza imprescindible del negocio. Guillermo y Mª Kruz adquirieron un pabellón en Ormaiztegi donde instalaron el tostador, que posteriormente trasladaron a Lazkao, abrieron el despacho en la calle San Ignacio de Beasain donde atienden al público y consiguieron que muchos bares y restaurantes adquirieran su café. "La hostelería ha sido una parte importante de nuestra labor, pero con el paso del tiempo se fue haciendo muy difícil pelear con las casas grandes y las multinacionales que hacen ofertas con las que no podemos competir. Por eso agradecemos terriblemente a los establecimientos que han seguido apostando por nosotros y siguen ofreciendo nuestro café día a día como Irizar Etxea, Basakana y Kuluxka en Beasain, Txindoki en Ordizia, Izkiña en Segura, Sutegi y Urbitarte Sagardotegia en Ataun, Oteñe en Gaintza..."

EL SECRETO: NO CRECER

Guillermo no niega que ha tenido que pelear duro: "Los autónomos y los pequeños empresarios lo tenemos jodido. La cuestión es ser constante y no parar. Cuando bajó la hostelería vimos que podíamos tener una línea de negocio en el vending nos animamos y nos ha ido muy bien. Como fui electricista, puedo ofrecer no sólo máquinas de café, sino reparación y mantenimiento. Hoy tenemos unas cuantas en empresas, escuelas... Muchas están en CAF, que siempre ha confiado en nosotros. Y también hemos conseguido elaborar unas cápsulas con nuestro propio café".

"Eso sí, una de las claves para llegar aquí fue no crecer mucho. Cuando iban bien las cosas, la gente nos empezó a pedir más y en un momento dado dijimos: Hasta aquí podemos llegar... Y en buena hora lo hicimos, porque cuando llegó la crisis del 2008, al ser pequeños la pasamos de puntillas. Y aunque la pandemia nos ha parado mucho, también la hemos toreado", confiesa.

Con 40 años a sus espaldas, Loinaz Kafeak sigue siendo una empresa familiar de Goierri y siguen al pie del cañón, y en su labor les acompañan su hija, Maite, y su cuñada, Mertxe. Todo queda en casa. Guillermo no podía estar más satisfecho del fruto de una larga y dura labor que ya se dirige al medio siglo de vida.