odo el que entra en la droguería Orús espera dar con la pócima mágica para limpiar una mancha rebelde, sacar brillo a la madera o resolver algún problema doméstico. Con la jubilación de Elena y Ana Orús se cierra un ciclo de este comercio centenario de Tolosa y con su adiós puede perderse un pozo de sabiduría basado en remedios caseros. Tras 112 años, en agosto la familia Orús bajará la persiana de su tienda, pero no pierden la esperanza de dar con alguien que quiera dar continuidad a este negocio con tanta solera. "Será bueno para nosotras, pero también será bueno para la clientela y para Tolosa", sostienen Elena y Ana.

Tras el confinamiento, la droguería ha vuelto a abrir sus puertas, esta vez para despedirse. Las colas, habituales ahora en muchos comercios, también sorprenden a las hermanas Orús. "Hay quien se está enterando ahora de que lo dejamos y otros ya lo sabían", cuentan las tolosarras, a las que ahora el público pide geles hidroalcohólicos y mascarillas: "Les parece que aquí siempre tenemos de todo y muchos vienen a la desesperada, ¡como siempre se viene aquí!".

Tanto Elena como Ana comenzaron a trabajar en el negocio familiar con catorce años y es el momento de retirarse. Aseguran que dejan un comercio con actividad, aunque el tipo de producto que se vende ha ido cambiando. "Hemos formado dependientas y una ha estado tentada de coger las riendas del negocio, pero no quiere responsabilidades. Quien se anime debería mantener una línea tradicional, pero tendría que darle una vuelta y trabajar también el comercio online; si tiene ganas y motivación, aquí se trabaja", asegura Elena Orús.

Juan Antonio Orús fundó la droguería y botica en 1908, ya que las farmacias y herboristerías surgieron más tarde. La tienda de la plaza Verdura funcionaba muy bien y llegó a tener hasta cinco empleados que trabajaban sin descanso. Abrieron otros dos locales, uno en la calle Rondilla y otro en la calle Correo, donde pusieron a trabajar a sus hijos e hijas.

Al principio fue también botica y se vendían hierbas y mejunjes. En los letreros de latón de los cajones todavía se pueden leer las inscripciones: romero, tilo, lindiana, zarzaparrilla, carrasquilla... "Antes venía gente y pedía algo para el dolor de estómago. Mi padre abría un cajón, abría otro y le recomendaba un preparado. Recibió un libro de fórmulas del abuelo, que lo guardamos junto a artilugios antiguos, como una báscula, densímetros, botes...", explican. Todo se vendía a granel, hasta la lejía, el aguafuerte y el amoniaco, y ahora todo lo que venden lleva añadido el consejo gratuito de las hermanas Orús.

Ya nadie pide pócimas mágicas para los cólicos o el dolor de oído, pero en la droguería Orús sigue funcionando, en cierta manera, la "rebotica"; preparan cera para depilar, goma laca para suelos estropeados o glicerina al peso para hacer jabones. "Tenemos clientela de todas las edades que viene a por cosas específicas, porque la gente joven viene recomendada por sus madres que, a la vez, han venido por las suyas", concluyen.