Un txoko guipuzcoano. El santuario de Dorleta. Allí me casé. Es un bonito lugar, al igual que Leintz Gatzaga. Tiene su encanto.

Un monte. Aitzorrotz.

Una fiesta. Sanjuanes. Siempre los he vivido muy a gusto.

Un paisaje. Udalaitz.

Una playa. La de Deba. Guardo buenos recuerdos de cuando éramos chavalas. Íbamos a la playa en el autobús que salía del bar Monte.

arrasate - La vida profesional de Amaia Hernández ha caminado al mismo paso que la historia que se ha forjado entre las cuatro paredes del polideportivo de Musakola, su segunda casa. Asumió su cargo de auxiliar administrativa al poco tiempo de inaugurarse las instalaciones deportivas municipales en los sanjuanes de 1977. Tramitó buena parte de los primeros carnés de socios y socias, y desde entonces, ha sido testigo de los cambios que en estos más de 42 años ha experimentado el complejo deportivo. Vivencias, recuerdos y emociones afloran estos días sin pausa. Ahora a las puertas del retiro laboral, Hernández, una de las trabajadoras más veteranas del poli, no oculta que va a "echar de menos" tanto ajetreo diario, aunque asegura que se "encuentra en un buen momento" para dar el salto a otra etapa de la vida. Oficialmente se jubilará el 7 de marzo, pero mañana será su último día de trabajo.

¿Cómo está viviendo la recta final?

-Están siendo unos días diferentes. Es una mezcla de sensaciones, pero estoy animada y contenta. Se cierra una etapa y comienza otra.

Retrocedamos en el tiempo. ¿Cómo empezó a trabajar en el polideportivo?

-Antes había estado trabajando en el ayuntamiento, realizando empadronamientos. Entonces se hacía casa por casa. Con el polideportivo ya en marcha, un concejal se acercó a mí en la calle y me dijo que necesitaban a gente para tramitar los carnés. Las chicas que desempeñaban esa tarea estaban de vacaciones. Empecé el 8 de agosto, primero en la planta baja del consistorio. Fueron unos inicios llevaderos, teniendo en cuenta que hubo más avalancha de solicitantes entre junio y julio. En noviembre me trasladaron al polideportivo.

Le ha tocado conocer la etapa 'más social' de las instalaciones deportivas, con su bar-restaurante, los festivales de rock que se organizaban?

-Así es. En la cafetería-restaurante se celebraban banquetes de boda, primeras comuniones, bautizos? En los festivales de rock me tocó estar poco, pero los sábados, cuando entrábamos a trabajar, nos encontrábamos el suelo lleno de porquería. En una Nochevieja estuve vendiendo las entradas. Para las 12.30 horas estaba en la taquilla. La ambientación musical corrió a cargo de Egan y hubo muchísimo público. Esta fue una de las tareas que al principio tuvimos que desempeñar, junto con las puramente administrativas. En la cena de las modistillas cobraba en la caja, y aunque poco, también he servido mesas. ¿Y la comida de jubilados? Se preparaba todo en el restaurante y se reunían entre 900 y mil comensales.

¿Cómo fue cambiando la forma de trabajar?

-Comencé haciendo los carnés y otro tipo de documentación en una máquina de escribir antigua de la Cerrajera que trajo un concejal. También se realizaban a mano, primero sin foto, y luego ya con ella y el correspondiente sello. El primer ordenador nos duró poco más de un año. Se quemó, no sé si por la humedad, pero empezó a salir humo? Era graciosa la imagen del primer cursillo de ordenador al que asistimos: dos sentados frente a la pantalla y cuatro de pie mirando porque no había más equipos. Después se informatizaron los programas y se facilitó el trabajo.

Y la oferta deportiva, ¿qué evolución ha experimentado?

-Al principio se ofrecían cursos de natación, aerobic, gimnasia de mantenimiento, para la tercera edad? Recuerdo que José Errasti, que impartía clases de gimnasia, escribió un libro al respecto. Lo hizo a mano y yo se lo pasé a máquina antes de publicarlo. Ahora se organizan más de una veintena de actividades.

Más de cuatro décadas de andadura. ¿Qué otras cosas han cambiado?

-Desde las instalaciones, que fueron organizándose de otro modo e incorporando otros equipamientos como Antoña, las pistas de squash y pádel?, hasta la propia afición deportiva. Antes, había usuarios que en el periodo de inscripción para reservar la cancha de futbito o frontones guardaban cola, no sé desde que hora, hasta que a las seis se abría el polideportivo. Se puso fin a esta situación fijando una hora para el sorteo de turnos con la presencia de todos los solicitantes, y más tarde se estableció la actual fórmula de rellenar las instancias. El futbito, por ejemplo, ha bajado mucho. Los jóvenes de hoy en día tienen otras aficiones deportivas.

Tendrá infinidad de anécdotas...

-Así a bote pronto? Recuerdo que durante un festival recogí el dinero de la taquilla, era bastante común hacerlo así, para ingresarlo al día siguiente en el banco. Entonces no tenía carné de conducir y me llevó un compañero de trabajo a casa. Este se percató que un coche nos estaba siguiendo. Me dejó en casa y siguió su camino con el coche detrás. Sin embargo, vio al conductor darse la vuelta y le mosqueó. A la mañana siguiente, asustado, vino antes a trabajar para ver si me había ocurrido algo. También tuvimos un aviso de bomba. Venía de comer con Fernando Aguriondo y otros compañeros cuando al regresar nos topamos con la Guardia Civil en la puerta. Nos tocó entrar con ellos para revisar las instalaciones y verificar que se trataba de una falsa alarma.

¿Va a echar de menos a la que ha sido su 'segunda casa' durante tanto tiempo?

-Sí. Pero me voy en un buen momento. Me encuentro bien e intentaré disfrutar a partir de ahora. Hay que dar paso a la juventud que viene por detrás nuestro.

Sin embargo, no va a vivir desde dentro la nueva etapa del polideportivo. ¿No le da pena?

-El nuevo polideportivo, cuando se construya, lo conoceré desde fuera. Vendré de visita. El edificio actual se agrieta, está viejo, las piscinas cubiertas se han quedado pequeñas para abarcar a todos los usuarios actuales... Son necesarias nuevas instalaciones. ¿Qué se lleva de todos estos años?

-Muchísimos recuerdos y el haber conocido a mucha gente. He visto crecer a familias; chavales que ahora son padres, madres que han pasado a ser abuelas... Ha sido un trabajo que me ha fortalecido. Hay que aprender a tratar con la gente y, a veces, hemos hecho de consultorio. Personas mayores que venían a contarnos sus penas. Y con los compañeros hemos sido como una familia.