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De Zumarraga a Zumaia solo faltaban los indios

Hasta 1986, para los vecinos de Urola Garaia y Urola Erdia ir a la playa era una aventura maravillosa. En el tren del Urola, cada viaje era una caja de sorpresas. Se decía que solo faltaba que aparecieran los indios.

De Zumarraga a Zumaia solo faltaban los indios

Como todos los años, este verano los vecinos de Urola Garaia y Urola Erdia han tomado las playas de Zumaia. Debido a la proximidad geográfica, la mayoría de los habitantes de estas dos comarcas acostumbra a ir a las dos playas de este pueblo costero. Las consideran sus playas, pues van a ellas desde niños y en ellas han vivido muchos momentos entrañables. Ir a Itzurun y Santiago es especial para ellos, pero antes lo era mucho más. No en vano, la jornada de playa arrancaba nada más salir de casa. Concretamente, en el momento en el que subían al tren del Urola. Gracias a este vetusto tren, cada viaje a la playa era una verdadera aventura. Podía pasar cualquier cosa en cualquier momento. Parecía un tren de los de las películas del Oeste y, como decían los propios usuarios, solo faltaba que aparecieran los indios.

Casi todos los vecinos mayores de 40 años tomaron el tren alguna vez para ir a la playa y todos tienen algún recuerdo entrañable relacionado con él. Los hermanos Josean e Iñaki Murua, de Urretxu, tienen cientos. No en vano, nacieron cerca de la estación del pueblo. Además, son dos enamorados de la playa de Santiago.

Comentan que la presencia de la estación del Urola marcó su infancia y la del resto de los niños que nacieron en aquella época en la calle Iparragirre de Urretxu. “Había un redondel en el que la máquina daba la vuelta, parecido al que hay en Elantxobe para que el autobús pueda girar. Fue allí donde empezamos a fumar tabaco y donde lo guardábamos”. No era la única travesura que hacían en la zona del ferrocarril. “Poníamos chapas de botellines en las vías para que el tren las aplastara”.

En aquellos tiempos, el Urola funcionaba todavía como tren de mercancías. “Traía carbón desde Zumaia, para la fábrica de Patricio Echeverría. El balneario de Zestoa también daba mucho trabajo al tren del Urola. Muchos clientes de Madrid, Zaragoza... venían a Zumarraga en el Ferrocarril del Norte y aquí tomaban el tren del Urola para ir a Zestoa. Familiares de mi mujer venían todos los años de Salamanca a Zestoa”, recuerda Iñaki.

Tal y como se ha indicado, los vecinos de Urola Garaia lo utilizaban, sobre todo, para ir a la playa. “Nosotros siempre hemos ido a la playa de Santiago. Se decía que la del pueblo era la de los nacionalistas y la de Santiago la de los socialistas. El difunto Txibisto siempre nos preguntaba a cuál habíamos ido”.

Ya en su juventud, además de para ir a la playa, tomaban el tren para ir de ligoteo. “En La Cabaña, en Arroa, había mucho ambiente. Pero no había tren de vuelta. Había que volver haciendo auto-stop. Bajábamos todos los domingos a las cuatro y los amigos que nos decían ¿a qué vais a esos pueblos? fueron los que al final se casaron con chicas de aquella zona”.

Los días de verano y con motivo de las fiestas de los pueblos, el tren del Urola se llenaba hasta arriba. “Los días de fiestas y de playa, el tren llegaba a Zumaia con tres máquinas y once vagones. Según se iba llenando, le añadían máquinas y vagones. Los de Urretxu teníamos que ir a la estación de Zumarraga, porque de allí salía ya repleto de gente. Los pasajeros se apelotonaban en el andén, delante de las puertas del tren, y hubo alguna vez en la que entramos por la ventana para poder coger asiento”.

Y si subir al tren del Urola podía ser toda una aventura, qué decir del viaje... Los que más boletos tenían para padecer algún imprevisto eran los que montaban en Urretxu y Zumarraga, pues eran los que tenían el trayecto más largo hasta la costa. “Recuerdo que el tren de ida lo cogíamos a las 7.30 y el de vuelta a las 20.45. La llegada estaba prevista para las 22.00 horas, pero lo bonito era que tardara aún más: iba con la novia y así tenía más tiempo para estar con ella. Aunque luego tuviera que pagar un taxi para llevarla hasta su casa de Legazpi...”, comenta Josean.

Hablando de novias... Su hermano utilizaba tanto el tren del Urola que llegó a tener una novia de Urola Erdia. Concretamente, azpeitiarra. “No había tren para volver y nos traían los vecinos que también tenían novia en Azpeitia y, además, coche”. Su hermano Josean recuerda que en cierta ocasión llegaron a entrar once personas en un automóvil.

Tristeza por su desaparición A pesar de todas sus incomodidades, lamentan la desaparición del tren del Urola. “Fue una pena. El tren del Sóller, en Mallorca, es parecido al del Urola. Y lo cuidan como una joya. Es un reclamo turístico. El tren del Urola, si lo hubieran promocionado como reclamo turístico, también sería la leche”, indica Iñaki.

Los Murua comienzan a hablar del ferrocarril del Urola y no paran: los cientos de personas que llevó al santuario de Loiola con motivo de la visita del Papa el 6 de noviembre de 1982, el guardabarreras de Kalebarren que se ausentaba de su puesto de trabajo y provocaba que el maquinista tuviera que parar el tren y bajar él mismo la barrera, los manifestantes que candaban las barreras para que los grises no pudieran pasar al otro lado de la vía, el maquinista que esperaba a los que cogían el tren todos los días antes de emprender el viaje, los azkoitiarras y azpeitiarras que trabajaban en Patricio Echeverría y utilizaban la bicicleta para ir de la estación de Zumarraga a la fábrica de Legazpi, el empleado del ferrocarril que les cobraba por guardar sus bicicletas en las dependencias de la estación, la cabra que atropelló el tren y acabó en la cazuela de ese mismo empleado...

Lo dicho: de Zumarraga a Zumaia, solo faltaba que los indios hicieran su aparición a la altura de Aizpurutxo. Ni el tren de la película Los hermanos Marx en el Oeste era tan divertido.

La falta de inversiones y la competencia del transporte por carretera provocó que el Urola se convirtiera en un tren vetusto y simpático, pero este ferrocarril nació con objetivos ambiciosos: ofrecer un medio de transporte moderno, cómodo y rápido; sustituto de los tortuosos caminos que recorrían las caballerizas y las carretas de bueyes.

Fue uno de los primeros ferrocarriles eléctricos del Estado, contó con los primeros coches fabricados con metal y fue la última línea de ferrocarril que se construyó en Euskadi hasta las inversiones en el tramo vasco del tren de alta velocidad. Llegó a contar con más de 160 trabajadores y casi un millón de pasajeros al año.

La inauguración, en 1926, corrió a cargo de Alfonso XIII. Y el último viaje lo hizo en 1986. Los vecinos de la cuenca del Urola se manifestaron en contra del cierre, pero no sirvió de nada. El Gobierno Vasco decretó su cierre y sustituyó el ferrocarril por una línea de autobuses.

El del Urola era un ferrocarril de vía estrecha que unía Zumarraga y Zumaia. Por aquel entonces Zumarraga era un nudo ferroviario importante, pues en su plaza de las estaciones coincidían tres líneas: la del Norte (que unía Madrid con París, por Irun), la de los Ferrocarriles Vascongados (que enlazaba Zumarraga con Bergara y de allí se podía ir a Vitoria y Bilbao) y la del Urola (que enlazaba Zumarraga con el puerto de Zumaia y con la línea Bilbao-Donostia).

El tren, que serpenteaba junto al río Urola, tenía un recorrido de 36,6 kilómetros. A lo largo del mismo se construyeron 29 túneles y 20 puentes. Se salía de un túnel para atravesar un puente, sobre todo en el tramo Zumarraga-Azkoitia. Contaba con 16 estaciones y apeaderos: Zumarraga, Urretxu, Agiña, Aizpurutxo, Olotzaga, Azkoitia, balneario de San Juan, Loiola, Azpeitia, Lasao, balneario de Zestoa, Zestoa, Iraeta, Arroa, Zumaia empalme y Zumaia villa.

Todos los edificios fueron diseñados por el arquitecto Ramón Cortázar y no hay dos iguales. Algunos están en estado de abandono, mientras que otros siguen teniendo utilidad. La estación de Urretxu acoge el gaztetxe de la localidad, la de Azkoitia la biblioteca, la de Azpeitia el Museo Vasco del Ferrocarril, la de Lasao una parada del tren de vapor de este museo...

Museo y bidegorri Algunas de las locomotoras y los coches que durante 60 años llevaron a los trabajadores de las fábricas, a las baserritarras que acudían a los mercados y a los bañistas de las playas de Zumaia se pueden ver en el mencionado museo. El tren de vapor de este museo recorre la parte del trazado del ferrocarril que iba de Azpeitia a Lasao, mientras que la parte que iba de Zumarraga a Azkoitia es un bidegorri repleto de túneles y puentes.

Los que aún no conozcan el trazado del tren del Urola, mañana tienen una fantástica oportunidad para hacerlo. Un año más, la sociedad deportiva Goierri de Urretxu y Zumarraga ha organizado la marcha Z-Z Urolako Trena Bizikletaz. La cita es en la plaza Areizaga-Kalebarren. A las 9.00 horas saldrán los que irán hasta Iraeta y a las 10.00 horas los que se darán la vuelta en Aizpurutxo o Azkoitia. Ya que no podemos disfrutar del tren del Urola, aprovechemos su trazado para promover el uso de la bicicleta. Qué mejor homenaje para nuestro entrañable tren.