Nepal y Aizarna, unidos por siempre
La joven nepalí Suku Maya vive en Aizarna (Zestoa) desde el pasado verano por problemas de salud, junto la familia del desaparecido Beñat Arrue.
Hay historias realmente duras que tocan el alma y te dejan sin habla por todo lo que hay detrás, y por el emotivo y esperanzador mensaje que transmiten a pesar de su dureza. Y esta es una de ellas. Porque, sin duda, la historia de la joven nepalí Suku Maya, de 20 años, no dejará indiferente a nadie.
Suku llegó al barrio Aizarna de Zestoa a finales del pasado mes de junio por problemas de salud (los riñones y la vejiga no le funcionan como es debido) y desde entonces vive con Arantxa Gurrutxaga y Peio Arrue. Después de varias complicaciones e ingresos en el hospital, ahora están esperando un transplante, aunque la joven se encuentra contenta y feliz en el barrio zestoarra. Suele ir por las mañanas al euskaltegi de Zumaia a aprender euskera y por las tardes, tres veces a la semana, suele tener sesiones de diálisis.
Pero para descubrir el origen de esta especial historia hay que retroceder hasta el año 2001, que es cuando Beñat Arrue partió hacía Nepal, con solo 22 años, con la intención de realizar una expedición al Pumori (7.161 metros) junto con otros seis guipuzcoanos y tres navarros. “Cuando estaban en el campamento base, uno de ellos, el azpeitiarra Xabier Osinalde, tenía malestar por el mal de altura, así que Benantxio Irureta, que era el más experimentado en expediciones así, se quedó a ayudar a Xabier. Entre los que quedaban hicieron un sorteo para ver qué cinco iban a subir, porque todos no podían ir. Así, subieron Beñat Arrue, su amigo de Aizarnazabal Iñaki Aiertza, y los tres navarros Aritz Artieda, Javier Arkauz y César Nieto”, explica Arantxa Gurrutxaga, madre de Beñat. Al parecer, en la ascensión al Pumori había peligro de avalanchas, por lo que se dispusieron a subir por la noche, pensando que habría menor probabilidad de aludes. Sin embargo, los cinco alpinistas quedaron sepultados por una avalancha hacia las 2.00 horas de la mañana. “Se hizo un intento de rescate, pero al ser una zona muy peligrosa los cinco cuerpos se quedaron allí”, señala Gurrutxaga.
Un año después de la tragedia, Benantxio decidió volver al lugar, y Arantxa y su marido Peio, padres del desaparecido Beñat Arrue, se animaron con él. “La novia de Iñaki Aiertza, también fallecido en la expedición, nos trajo una foto muy bonita de Beñat con una niña pequeña, así que cogimos la foto en la mano con la intención de dar con esa criatura, porque Benantxio recordaba más o menos dónde fue sacada esa foto”, recuerda Arantxa. Así, consiguieron dar con ella en un pequeño pueblo llamado Thame. “La encontramos frente a su casa, en una txabola que se encuentra a más de 3.500 metros. Desde entonces, hemos solido ir cada tres años a hacer un trekking y siempre los solemos visitar. Les llevamos ropa, material escolar y demás, y siempre nos acogen muy bien. Hemos ido ya cinco veces, y en el último viaje que hicimos el año pasado nos encontramos a Suku muy mal, muy enferma”, relata Arantxa. En vista de esa situación, alquilaron un helicóptero para bajarla a un hospital y les dijeron que la joven tenía neumonía, y que un riñón y la vejiga no le funcionaban. Le daban pastillas para aliviar el dolor pero nada para curarla. Así que, Arantxa y Peio decidieron que tenían que hacer algo.
Después de volver a Euskal Herria, comenzaron a hacer los trámites para traer a Suku y conseguir que le realizaran un diagnóstico para poder curarla. “Nuestro contacto en todo ese proceso fue el legazpiarra Mikel Lizeaga, ya que solemos hacer los trekkings con él. Está casado con una nepalí y habla muy bien el idioma, así que nos iba informando de la salud de Suku”, cuenta Gurrutxaga. Tras realizar todo el papeleo, finalmente Suku vino a Euskal Herria el pasado mes de junio acompañada de Mikel y su mujer nepalí.
Aprendiendo euskera
Cuatro días después de llegar a Aizarna, Suku comenzó a tener dolores, por lo que la llevaron a Urgencias y tuvieron que operarla porque tenía un riñón infectado. “Le hicieron una nefrostomía y le pusieron un catéter. Estuvo como cinco o seis días en la UVI. Después de eso le pasó lo mismo en el otro riñón, así que le tuvieron que hacer otra nefrostomía y ponerle otro catéter. La cosa se complicó, y aunque un riñón se le curó en seguida, en el otro le surgió otra infección”, explica con detalle Arantxa. Entre una cosa y otra, la joven estuvo unos 50 días en el hospital, y finalmente le dieron el alta el 21 de agosto. Desde entonces, se está curando poco a poco y sigue esperando un transplante, pero la pequeña no pierde la sonrisa: “Pasó días muy duros y aunque ahora la diálisis también es algo dura (suele ser de unas cuatro horas, de 18.00 a 22.00 horas, tres veces a la semana), sabe que es lo que tiene que hacer para ponerse bien”.
“Estoy muy contenta en Aizarna, aquí todo es muy bonito”, exclama Suku en un perfecto euskera. Reconoce que Donostia y Zumaia le encantan y está muy contenta con los amigos que ha hecho en el euskaltegi. Del mismo modo, Arantxa y Peio están encantados con Suku. “Estamos muy felices con ella viendo que se está curando poco a poco. Es una chica muy alegre y muy agradecida. Es como una más de la familia y la queremos mucho. Eso sí, estamos deseando que le llegue la hora del transplante y que se mejore, y de mientras todos la miramos a ella, es el centro de atención”, reconoce Arantxa.
“Lo que le pasó a Beñat fue muy duro para nosotros y lo pasamos realmente mal, pero ahora tenemos a Suku. Beñat está en Nepal y Suku en Euskal Herria”, concluye Arantxa con una sonrisa.