D e la Belle Époque donostiarra se han contado muchas cosas y se han dado muchas versiones. La de Josean Olabe tiene forma de cómic con un guía muy especial: Baltarín, Baltasar Garín.
Baltarín es quien aporta la mirada a historias muy periodísticas por su vinculación, desde muy joven, con La Voz de Guipúzcoa. De este diario se vale el personaje pero también el autor, que ha buceado en la hemeroteca de Donostia Kultura para acercarse a las historias que se cuentan a lo largo de 72 páginas.
En San Sebastián, Belle Époque y otras historias, Olabe plantea un recorrido que comienza en 1904 y finaliza en 1924 a través de sucesos ocurridos en una ciudad en plena ebullición.
Tanto se movían las cosas en aquella época que Donostia llegó a acoger un gran combate a muerte entre un toro, de nombre Hurón, y un tigre de Bengala, de nombre César. La historia acabó de la peor forma posible para los dos protagonistas. ¿Quién estaba allí? Barbarín, que se había ganado la entrada repartiendo propaganda, paso previo a su debut como vendedor de prensa.
Todavía repartía panfletos, en este caso de Suchard, cuando “un gélido domingo de marzo” sobrevoló la ciudad una avioneta Bleriot. Días después, pegado a la ventana, observó su caída, siendo testigo de la muerte del aviador Le Blon. Lo tenía claro, no sería aviador, sería periodista y contaría las historias grandes y pequeñas de su ciudad.
Y de historia a historia va saltando Olabe que asegura haberlo hecho todo, menos imprimir este cómic que está a la venta en las librerías donostiarras a un precio de 18 euros.
En dos décadas pasan muchas cosas y de estas se puede dar fe de modos varios. En este caso el protagonismo recae en unas imágenes realizadas en acuarela y repasadas con lápiz, para después ser “retocadas” con el ordenador.
Olabe se ha asomado a una ventana muy particular desde la que ha visto “historias reales pero poco conocidas” de una ciudad en la que todavía no se había prohibido el juego. Si son muchos los relatos que se recogen en la publicación también lo son los que se han quedado en el tintero, ya que el autor ha realizado su propia selección.
Y le ha llevado su tiempo, dado que comenzó con esta tarea después de finalizar su anterior trabajo en 2015, aunque la labor de documentación -a la que se puede acceder en el blog sansebastianbelleepoque.blogspot.com- “viene de lejos”.
Hasta el momento sus lectores han secundado la propuesta de Olabe y le han dejado más tranquilo. “Pensaba que podía parecer una lección de colegio y nadie se ha quejado de eso”, explica el autor que ha optado, para ilustrar la contraportada, por reproducir unos pícaros frescos que adornaron en su día el hall del Gran Casino Kursaal y que evidencian que aquella Donostia “no era tan pudorosa” como se piensa. “El que tenga otra imagen de la Belle Époque, que la mantenga”, concluye.