A mediados del siglo pasado, todo el mundo tenía una bicicleta fabricada en Eibar... y un peine de Zumarraga. Los peines de la marca Badi (Badiola Hermanos) se vendían en todos los rincones de España y e incluso se exportaban a Venezuela. De hecho, las dos grandes almacenes de la época, El Corte Inglés y Galerías Preciados, vendían estos peines. Badiola Hermanos producía miles de ellos. De todos los tamaños, colores y modelos. En Zumarraga, hasta los calvos tenían peine.
La empresa Badiola Hermanos se fundó en 1914. Los hermanos Fructuoso e Ignacio Badiola se dedicaban a hacer rejillas de mimbre. Acabaron sustituyendo el mimbre por el junco.
Fueron los hijos de Fructuoso los que siguieron con el negocio: Ramón, Angel, Gregorio, Nicolás, Romana, Hilario, Juan José y Lázaro. El padre les hizo socios a todos. También a la hija, aunque trabajaba en casa. Uno de sus mejores clientes fue el Metro de Madrid, pues en aquella época los asientos de los trenes eran de junco. También hicieron las rejillas de los asientos del tranvía de Zaragoza.
Con el estallido de la guerra de 1936 y la Segunda Guerra Mundial, el junco comenzó a escasear. Fue entonces cuando cogieron el testigo a Artiz: esta empresa había dejado de fabricar peines y los Badiola hicieron que en Zumarraga se siguiera produciendo este artículo tan necesario.
113 trabajadores Artiz producía peines de madera y los Badiola, en un principio, utilizaron astas de animales. Más tarde, empezaron a trabajar con el celuloide. Con estos dos materiales, el trabajo era muy artesano. Después trajeron una máquina de inyección, que trabajaba con polímeros de plástico. La empresa llegó a contar con 113 trabajadores, a finales de los años 60.
Los peines de la marca Badi se vendían en todo el territorio del Estado español y en Venezuela. Javier y Coro Badiola, nietos de Fructuoso, recuerdan que dos de sus mejores clientes eran El Corte Inglés y Galerías Preciados. “La mejor plaza era Madrid. Teníamos un representante allí: Luis Ortiz de Urbina. Era natural de Alava, pero vivía en Madrid y hacía un gran trabajo para nosotros. También trabajó para la fábrica de muebles de los Busca”.
Hermanos Badiola tenía un catálogo muy amplio: peines de navaja, peines con los colores de la Real y del Athletic, peines para liendres... “Los hechos con celuloide suizo e italiano eran los mejores. De todos modos, nuestro principal proveedor fue Unión Explosivos Riotinto. Los peines de mayor calidad se comercializaban con la marca Badi y los más corrientes con la marca Bambú”, recuerdan los nietos de Fructuoso Badiola.
En aquellos tiempos era impensable ir despeinado. Todo el mundo utilizaba peine e incluso se llevaba uno en el bolso o en el bolsillo, por lo que pudiera suceder. Un Badi era la mejor arma contra el viento. Ni un huracán podía con un Badi.
Hermanos Badiola anunciaba sus peines en la prensa. Para ello, utilizaba eslogan propios de aquella época. Por ejemplo, Para belleza y lozanía, peine Badi cada día. Y casi todos los peines iban con un mensaje: Nunca olvide en su bolsillo un peine Badi, Péinese bien con el peine Badi, Señora, solicite siempre el peine Badi...
Esta empresa de Zumarraga cerró sus puertas y la marca la compró una empresa familiar de Madrid. Después de cinco años de inactividad, los Ramos han retomado la producción. “Los Badi están muy solicitados, pues tienen mucho nombre y son sinónimo de calidad. Se venden, por ejemplo, en El Corte Inglés”, ha comentado Marta Ramos. También se pueden comprar por Internet, a través de la página web careybadi.com.
Y en una ferretería de Azkoitia se pueden adquirir los peines que se quedaron en la fábrica. Aitor Esnal, bisnieto de Fructuoso, se llevó una grata sorpresa cuando lo descubrió. “Estaba en una empresa de Azkoitia, necesitaba ir a una ferretería y me mandaron a Goikothermik. Les iba pedir unas arandelas cuando vi una caja de cartón con un montón de peines Badi dentro. Los reconocí enseguida. Le pregunté a la dependienta a ver de dónde los había sacado y me dijo que eran buenísimos. Que los fabricaba la empresa Badiola Hermanos de Zumarraga. Después me dijo que su padre les había comprado a los trabajadores todos los peines que se habían quedado en la fábrica”.
Como es lógico, Esnal habló también con el padre de la dependienta. “Poco a poco, los ha ido vendiendo. Me contó que incluso los distribuyó por las tiendas, hasta que le empezaron a pedir el código de barras”.
El bisnieto de Fructuoso, como no podía ser de otra forma, salió de la ferretería con varios peines. “Me ofreció comprarlos todos, pero solo le he comprado unos pocos de cada modelo. Enmarqué un muestrario para mí y otro para la amama. También suelo regalar peines en las celebraciones familiares”.
Los peines dejaron de utilizarse tanto y el sistema de fabricación de los Badi era muy caro, por lo que la empresa Hermanos Badiola dejó de fabricar peines. Desde aquel día, Zumarraga tiene un poco menos de glamur. Ya no puede presumir de producir este objeto tan distinguido. Porque... ¿existe gesto más elegante que sacar un peine y retocarse el peinado?