Los viejos recuerdos del mar
150 arrantzales veteranos de gipuzkoa acudieron ayer a la 89ª edición del ‘homenaje a la vejez del marino’
los viejos recuerdos del mar fueron los protagonistas de la jornada de ayer en Donostia, donde 382 arrantzales veteranos de municipios costeros como Pasaia, Orio, Getaria, Hondarribia y Mutriku fueron sentidamente reconocidos por su trabajo en el día de su patrona, la Virgen del Carmen. Esta fue la 89ª edición del homenaje a la Vejez del Marino, a la que pudieron acudir solo unos 150 pescadores por cuestiones de salud, pues todos ellos superan los 70 años.
Como un grupo consolidado llegaron al Consistorio de la capital guipuzcoana, donde fueron recibidos por el alcalde, Eneko Goia, el diputado general, Markel Olano, el viceconsejero de Pesca y Agricultura del Gobierno Vasco, Bittor Oroz, y por la Federación de Cofradías de Pesca. Las actuaciones de bertsolaris y dan-tzaris transformaron el salón de Plenos y crearon un emotivo ambiente de reconocimiento a la forma de ser y de hacer de estos arrantzales, que a lo largo de siglos de historia han conseguido que la pesca de bajura siga existiendo.
Los veteranos se mostraron ilusionados, en un día de añoranza y recuerdos en el que se reencuentran cada año con sus antiguos compañeros. Jesús Olaskoaga y Urbano Emazabel faenaron juntos en Hondarribia y no faltaron a la cita. “Venimos todos los años y vemos amigos de un año para otro. Nos hace mucha ilusión y así la comida sabe mejor”, apuntó Olaskoaga. Emazabel, por su parte, recordó que “la mar no siempre está en calma, pero al final trae días buenos”.
En el acto, se hizo entrega de unos distintivos a los arrantzales mayores de las cofradías de Hondarribia, Pasaia, Donostia, Orio, Getaria y Mutriku. Todos ellos superaban los 83 años. También se condecoró a la redera más longeva, Feliciana Aizpuru, que supera los 90 años. Además, seis rederas acudieron a la ceremonia, un colectivo del que ya solo quedan 51 mujeres en Gipuzkoa.
Pero el momento más emotivo se vivió a la salida de la iglesia de San Pedro, situada en el puerto donostiarra. Los homenajeados acudieron después del acto del Ayuntamiento para asistir a una misa y hacer vibrar sus voces en cánticos que hicieron honor a su patrona. Los sentimientos eran visibles en las caras curtidas de estos mayores, que se asomaron a la escalinata para presenciar la actuación de euskal dantza del grupo Kresala. Una multitud de todas las generaciones se congregó alrededor del espectáculo y no dejó de aplaudir hasta que cada uno de los marineros cruzó a través del pasillo de remos que el grupo de dantzaris sostuvo en el aire.
El grupo enfiló la calle Puerto para llegar a su parte favorita de la jornada: la comida de confraternidad. Las risas se mezclaban entre los pescadores veteranos, quienes se deleitaron con manjares en las sociedades Gaztelubide, Zubigain y Aitzaki antes de volver a casa.