Arrasate. Cuentacuentos, narradora o cuentera. "Con cualquiera de los tres términos me siento identificada", comenta Vanessa González. La multitud de historias que devoró en los libros cuando era niña, sembraron en esta arrasatearra la curiosidad por cultivar el milenario arte, que desarrolló después, de contar relatos, de comunicar y expresar con la palabra y el gesto vivo. Despertar, en definitiva, sentimientos en el público y alentar su imaginación para que esta abra sus alas y eche a volar. "La magia de los cuentos tiene que mantenerse viva", defiende González, mientras en su rostro se dibuja una simpática sonrisa.

¿Cómo desembarcó en el mundo de los cuentos?

Recuerdo que cuando era pequeña mi madre me encontraba muchas veces despierta con un libro y una linterna dentro de la cama. No sabía leer, pero me inventaba los diálogos (se ríe). Era aficionada, sobre todo, a los cómics. Años más tarde, cuando empecé Magisterio Infantil profesión a la que se dedica tuve una asignatura con Pello Añorga como profesor y fue entonces, cuando realmente me di cuenta que me gustaban mucho los cuentos. A raíz de ahí me apunté a un curso de cuentacuentos y me enganchó. Como cuentera o narradora llevo desde que acabé la carrera, en 1998. Entras en este mundo y poco a poco te vas metiendo más.

¿Qué tipo de historias narra? ¿Tiene un repertorio propio?

Historias de todo tipo. A los cuentos tradicionales, sin embargo, les doy un toque diferente. No soy muy dada a narrar, por ejemplo, el cuento de Caperucita a niños de dos y tres años, porque para ellos el acto de devorar es literal. No ocurre lo mismo cuando tienen unos años más, que ya saben diferenciar lo que es real de lo fantasioso. También he hecho temática africana, mitología, cuentos eróticos Y en distintos escenarios y formatos. Adapto los cuentos; los tuneo.

¿Cómo cocina sus relatos?

Elijo los cuentos más adecuados dependiendo de las edades. Me gusta rebuscar en casa, en la biblioteca, en Internet Cojo unos cuantos sobre el tema que voy a tratar y los leo. Preparo un guión, pero yo diría que el 80-85% de la puesta en escena de la narración es improvisación. Nunca sabes por dónde te van a salir los niños, hacen preguntas y tienen mucha imaginación. Me gusta ese feedback que se crea con ellos. Que participen.

Por lo que veo, en general, su público es el infantil.

En mayor medida, sí. Con los adultos hago sesiones igualmente, pero me da más reparo. Los niños son más naturales e inocentes. Son mágicos.

¿Que le supone contar cuentos?

Para empezar, es un placer. Y creo que ese placer, el sacar lo que tienes dentro, se le transmite al público. Narrar un cuento es más que contar una historia, con él se puede conseguir muchas cosas. Avivar emociones, sentimientos e, incluso, cambiar estados de ánimo. Es como una terapia. Contar la misma historia a veinte personas provoca una reacción distinta en cada una de ellas. En una ocasión un niño se me puso a llorar porque, según explicó, le pasaba lo mismo que al protagonista.

¿Qué pretende despertar en el espectador?

En los adultos, la magia del pequeño ser que tenemos dentro. Y en los niños, ilusión. Estos al principio me decían: "¡No vemos el cuento!". Están acostumbrados al formato visual, y es una pena que se esté perdiendo la fantasía, el darle a la cabeza. Debemos trabajar la imaginación.

Narradora, ¿se nace o se hace?

En mi caso, nací. No obstante, creo que también se puede hacer. Todos podemos crear.

¿Qué espectáculos (son en euskera) tiene programados para los próximos días?

Este domingo día 14 estaré en Ozaeta, y la próxima semana tengo dos citas en Arrasate: el día 16, en la biblioteca del barrio de Santa Marina (18.00 horas), con una sesión para niños de más de cinco años, y en la jornada del 18 en Kulturate, en este caso, para niños de tres y cuatro años (18.00). Otras dos sesiones tengo programadas en una escuela de Gasteiz.

Tiene un feeling especial con los niños y, por ende, con los escenarios. De hecho, es integrante del grupo Ikusi Makusi.

Así es. Este proyecto tiene siete años de andadura, y lo formamos, en estos momentos, Igor, Koldo y yo. Ponemos en escena cuentos musicales dentro de un espectáculo pensado para estar en movimiento. Incluimos un popurrí de canciones conocidas para que padres y niños tomen parte, y al final montamos una especie de verbena para los más pequeños. (Su sonrisa delata la pasión que siente por el trabajo que realiza).